domingo, 20 de mayo de 2012

hojas rojas

Dos patrias tengo yo: esta y la noche.

¿O son una las dos?
No bien retira Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Ella cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
Que en la mano le tiembla! Está vacío

Mi pecho, destrozado está y vacío
En donde estaba el corazón.
Ya es hora De empezar a morir.
La noche es buena
Para decir adiós.
La luz estorba
Y la palabra humana.
El universo
Habla mejor que el hombre.

Cual bandera
Que invita a batallar, la llama roja
De la vela flamea. Las ventanas
Abro, ya estrecho en mí.



Muda, rompiendo
Las hojas del clavel, como una nube
Que enturbia el cielo, ella, viuda, pasa.



 josé martí levemente y con respeto, modificado
josé martí


Estoy en el baile extraño
De polaina y casaquín
Que dan, del año hacia el fin,
Los cazadores del año.
 Una duquesa violeta
Va con un frac colorado:
Marca un vizconde pintado
El tiempo en la pandereta.
Y pasan las chupas rojas;
Pasan los tules de fuego,
Como delante de un ciego
Pasan volando las hojas.






recuerdos de los recuerdos
 soles y lunas

 El sol y la luna dan la luz, reflectores naturales uno luz y calor cuando no se la necesita porque es la propia luz y la otra sirve para alumbrar en la penumbra con calor o sin calor, para alumbrar la oscuridad profunda por lo menos los días en que el cielo no está encapotado y entonces se necesitan reflectores de los otros los que andan con algunas baterías como la baterías de las camionetas de la empresa, de la camionetas que andan de día pero también de noche supervisando a los empleados y a los obreros para después pasar los reportes en administración a sus jefes que se los pasan a sus jefes y así hasta que llega al jefe de los jefes y de ahí en mensajes cifrados a los dueños del ingenio, el sol y la luna sirven en los crepúsculos detrás de la polvareda de los finales de la jornada de zafra en el surco, cuando el polvillo y la misma tierra se levantan del piso y de la que está amontonada en las hojas y en las janas de la caña, de la cosecha a puro machetazo y janazos que lastiman y dejan heridas como surcos en la piel como los surcos polvorientos distintos a los que sangran mientras se trabaja, y cuando el sol y la luna se juntan en algún momento, en el horizonte, a Carlitos le pasa todo eso por la cabeza, pero hay varios soles y hay varias lunas el conoce bien de estas cuestiones y eso es lo que va calculando de los soles y de las lunas de ahora en la tardecita de junio, esos soles y lunas que lo proveerán de las sombras y de las luces que él necesita para la calidad de la toma y que se destaque lo que le han pedido que se destaque, las lunas y los soles que por reflejos y contra reflejos le permitirán lograr la nitidez que es propia de sus fotos y también de su prestigio que por eso lo buscan cuando se necesita un buen fotógrafo, mientras se zarandea en la cabina del camión que Don Francisco mandó para que lo trasladen y vaya raudo con todo el equipo, la cámara el telescopio y el trípode para inmortalizar la entrega simbólica de los paquetes que los empleados del turco, cien coyas ahora doscientos más la semana entrante trescientos en la siguiente cuatrocientas en la cuarta y en la quinta hasta completar los seis mil cosecheros que tienen los días contados, bultos que han armado para los coyas por pedido de los patrones del ingenio que también estarán presentes en el acto que apenas durará no más de una hora, paquetes consistentes en un colchón dos plazas dos colchones una plaza una bicicleta de hombre dos ollas de acero inoxidables tres sartenes dos mamelucos dos pares de alpargatas y un par de sombreros de paño que se embalaron para la ocasión en rectángulos de cartón corrugado e hilo de yute, va calculando todo esto porque según las instrucciones dispondrá de poco tiempo y le han pedido que por lo menos quieren unas veinte fotos veinte por cuarenta para enviar a las autoridades provinciales y también unas copias para los del pregón que tiene que publicar cómo la empresa se ocupa de sus empleados, ahora que todo comienza a ordenarse con la intervención militar y como para que no vayan con las quejas que se está por mecanizar la cosecha y entonces miles de obreros quedarán sin trabajo pero lo del gobierno hablarán con los del sindicato, Carlitos sigue exactamente todas las recomendaciones de Don Francisco para que nada empañe el contrato por todos los paquetes que entregará y pagará la empresa dinero contante y sonante para la felicidad de todos los que recibieron vivienda la semana pasada casas del plan vea y todo lo demás y se olviden de todas las cosas de los zurdos que los andan aleccionando a todos los pelotudos que se prenden de sus discursos como a las tetas de sus madres, el espectáculo para todos y a plena luz del día que debe capturar Carlitos.

 apagones y resplandores


Cada vez que se apagaban las luces en el confitería Catriel, del otro negro del catamarqueño que nos decía que le digamos boite o bwat que no anduviéramos con medias tintas, como él no andaba a medias tintas con las luces que iba apagando de a poco para que las parejas intimiden y se le queden más por ahí bailando, que nos recomendaba que no anduviéramos dándole muchas vueltas con el tema de los nombres que a él lo que le interesaba era que le entrara la gente, y primero las mujeres porque después entraban ellos como por un tubo y como perros calientes, paganinis de tragos largos después de unos cuantos movimientos de las caderas de ellas, cada vez que se apagaban las luces en la bwat en esos aciagos días el negro mi amigo se encendía de la bronca porque se daba cuenta que venían a cagarnos la vida, por lo bien que la pasábamos en el boliche con las chicas él con su inefable flaca que de calentona que era no más lo tenía mal por todos los rincones, él y ella no bailaban como nosotros que éramos más otarios o más tímidos o lo que fuera pero las chicas miraban para otro lado hasta que me llegó la odalisca que era justamente hermana de la flaca del negro, cada vez que se apagaban las luces las que estaban prendidas en las pistas se encendían los reflectores de los milicos, grandes reflectores montados en las camionetas de la empresa que por las mañanas usaban los ingenieros y los supervisores para dirigir a los coyas en los surcos, y empezaba la averiguación de antecedentes y ahí el negro se ponía contestador y por eso lo llevaban una y otra vez a la seccional cada madrugada que se daba con un cabo calentón que no lo aguantaba como no aguantaba las ganas de llevarse dos o tres de las chicas que se prestaban porque sacaban ventajas y después también les pagaban, ahí nomás sin previo aviso unos minutos en los cuales por formalismo había que recitar el número del documento de identidad y si lo pedían había que pasar la informalidad de pasar la revista de la portación de cara, que eran varias las caras que a ellos no les gustaban especialmente si tenían alguna reminiscencia del tipo que más odiaban, ese barbudo con boina y un abano en su boca que el negro nombraba tratando de hacerlos entender de sus derechos civiles que era lo que menos les importaba, cada vez que se prendía la luz en el cuarto de la comisaría donde comenzaba el interrogatorio el negro se apagaba y se guardaba a silencio y se le acababan los argumento porque esa era su forma de hacer resistencia y que nadie se enterara de las reuniones después del colegio con la profesora de castellano de tercero que estaba bastante bien y además el marido no le daba ni cinco de bola porque andaba arreglando entuertos con los del sindicato.

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