miércoles, 30 de noviembre de 2011

hojas gloria





es inmenso el mundo el mundo de acá, el de abajo, mucho antes de ese que está más allá ese que llamamos universo, es tan grande, tan bello, tan rico, hay espacios extensiones longitudes, pero hay también necedades apropiaciones de quienes caminan creyendo que son más que El














hay globalización, y confrontaciones, intolerancias histerias















agendas de quienes vivieron todas su vidas agendados y que tardarán en convencerse que ya esas agendas no sirven para nada como no sirven sus convenciones sus colectas que pagan burócratas y aprovechadores, el objetivo del hambre cero está muy lejos y hay gente que de traje en congresos sigue re formulando las metas del milenio, las pelotas del milenios o el milenio de las pelotas

















en el cruce de los odios hay búsquedas además de desencuentros ganas comunes encontrar las fórmulas que se perdieron, ciudadanos comunes con aspiraciones y expectativas similares y también con políticos corruptos mesiánicos vanidosos


















identidad en la globalización, retomar las piezas de ese rompecabezas que se fue destruyendo sistemáticamente con los siglos para acomodarlas nuevamente en sus lugares, armar nuevamente perfiles perdidos el escenario de nuestra civilización de nuestra cultura, para que cuando llegue la integración definitiva dependamos menos de las equivocaciones de los políticos que de nuestras propias convicciones



















en paraísos que están al alcance de la mano, ahí no más a la vuelta de la esquina de cualquier esquina de este maravilloso planeta en el que andamos













valles, colinas cielo, paz, silencios que llenan ruidos que no se conocen alaridos de la naturaleza








registrando

martes, 29 de noviembre de 2011

hojitas








sacarnos a veces ese barniz trucho de la solemnidad, nos vendría muy bien, dejar de ser lo que no somos lo que queremos parecer para que los que nos miran crean que somos oh! pero aunque más no sea lo que somos, dejar de hacer creer que somos buenos o impecables, que también podemos pintarnos enteros para celebrar lo que tenemos que en parte será mérito propio pero en su mayoría nos viene de arriba












aflojar con la solemnidad abundar más en lo sencillo en lo que no tiene dobleces, dejar de creer que manejamos todo cuando ni siquiera nos manejamos a nosotros mismos











aflojar también con los extremos, porque dejamos unos y estamos aferrándonos a otros, como ahora que se instalan restaurantes y bares y hoteles para mascotas mientras el hambre sigue intacto en el planeta, no es por los que cuidamos por las mascotas sino porque descuidamos a los desnutridos que diariamente se mueren de inanición y de hambre











quedan las palabras así, escritas, impresas en algún lado de las hojas que llenamos escribiendo, las que nos gustan y las que no nos gustan o que nos disgustan, quedan así dibujando en sus rasgos nuestros rasgos culturales nuestras idiosincrasias tan diferentes para algunas cosas tan iguales para otras












palabras que escribí y que nunca leería o que nunca hubiera leído aún sin saber de su autor,palabras que leí o escuché y que nunca hubiera escrito aunque fueran hermosas y curiosas palabras que en algunos casos ni escucharé









el babel con el que apenas si podemos integrarnos en la diversidad global que vivimos atrapados en problemas parecidos de falta de trabajo de hambre de privaciones mientras otros recorren el mundo rodeados de lujos que sobran











sobre lo que falta, y falta justamente eso que a algunos les sobra, eso bien lo conocen los preclaros especialmente que son lo que tienen la posibilidad de ser escuchados







lunes, 28 de noviembre de 2011

hojas más hojas







nos cruzan las creencias como nos cruzan las alegrías diferentes nos cruzan las culturas los gustos las estupideces nos cruzan la necedades las confusiones las interpretaciones
















algunos cambios nos juntan otros cambios nos separan, repetimos errores que decimos que no repetiremos no corregimos errores que venimos cometiendo desde el fondo del balde de la historia








miramos como podemos lo que queremos pero nos falta más mirar lo que queremos para ver lo que podemos hacer por los otros esos que verdaderamente necesitan porque otros, impecables implacables imperturbables, se quedaron con patrimonios ajenos porque el sistema da para eso ellos escriben las leyes que después utilizan para embromar a unos pocos, no son precisamente los que creemos que son, son aquellos de los que ni siquiera sospechamos, no son los fanáticos son los que no parecen fanáticos pero en la oscuridad lo son, están entre nosotros no en el medio de otros que ni siquiera nos conocen













globalizarnos, aprendiendo de lo mejor de aquellos que son diferentes como ellos podrían aprender lo mejor de nosotros, no desintegrándonos por lo peor de unos o de otros









señores en el fondo informales aunque en la forma aparezcan como muy formales











sueños anhelos miserias similares costumbres que parecen diferentes













derrochando energías para lo que no se debe restando energía para lo que se puede, para quedarse en el entorno de esa naturaleza que a veces se transforma en la superposición de sus especies, especie sobre especie en cosmos insondables adonde estamos todos, el ecosistema y nosotros que somos el tornillo más flojo en el micro chip del soft del ecosistema




domingo, 27 de noviembre de 2011

hojas que son como papiros







momentos, de auges de olvidos de caídas, pedazos de historia ingrávida, pedazo de historias que aparecen parecen y desaparecen, los hombres embromándose entre sí, hay lugar para todos cuando se trata de hacerlo, hay lugar solo para algunos en una jungla de explotación y de reclamos, hay voces en las frecuencias moduladas que hace veinte años fueron la innovación para la frecuencia ampliada













voces que no transmiten nada, solamente pavadas y música, prensa amarilla indignidad que se paga bien en los mercados de legiones de boludos que transitamos, mentiras, decesos, protestas












indiferencia en los tipos que a propósito son indiferentes, porque se sienten diferentes a los otros, ellos tienen el dinero que les falta a los otros y un entramado de leyes convenios contratos pactos cubre todas las instancias para que siga siendo así,mientras las batallas continúan










hay interesados en quebrar lo que se puede quebrar de la UE, hay interesados en quebrar el sistema de los caporales del globo, hay otros que miran desde el oriente, y algunos que de casualidad están afuera, es de esperar que no entren a ese baile, es como un baile de los sesenta, al aire libre con una pista para todos y con orquestas









hay algunos malos, clonación de los que parecen buenos porque son los dueños de los tesoros, quizás los malos son menos malos que lo que son los buenos reivindicados por aplaudidores contratados, esos malos arreglan sus disputas directamente, no viven existen hasta que dejan de existir









mientras las palabras viajan por millones de ondas infinitas, de algunos que amenazan de otros que imploran










cada vez hay menos misericordia, casi nadie se acuerda de la piedad de todos los que salen, por AM o FM da lo mismo que sea LV12 que FM100










cada caída es una oportunidad para levantarse para seguir









andando aunque algunas cosas en el paisaje se vayan quedando inertes, como nuestros sentidos, nuestra consideración












finalizan los accidentes del día quedaron impresas en fotos que no se tomarton, es la historia de todos los días, comienzan los accidentes del día, cada mañana, cada tardecita, cada anochecer






sábado, 26 de noviembre de 2011

hojas amarillas, y verdes





a nadie le gusta que le anden jodiendo la vida que le guste o no le tiene que gustar porque es la propia vida, a nadie le gusta, sea un general, sea un guerrillero un idiólogo fallido sea un comandante de derecha o izquierda, aunque menos mal que como decía Keynes en el largo plazo todos estaremos muertos así que con evitar que los que vienen se eviten la mutualidad de depender más de los fracasos que pasaron que de sus logros aunque fueran mínimos













taciturno tirano que niegas
el sentido del bien en las masas
y las atas al carro sin darles
la idea más simple del viaje que tramas
(almafuerte)














el pasado se volvió muy viejo hasta el propio futuro paso de moda ya no son más los sueños de mundos mejores que nos animan lo hicimos peor sin soñarlo siquiera hipotecamos sin conciencia la vida de unas cuantas generaciones que pagarán costos por adquisiciones que no hicieron por decisiones que no tomaron directamente, la mutualidad de erikson nos persigue, ya en la tercera generación seguimos con la misma sanata












ni siquiera se pueden contar las atrocidades que se hicieron o que todos hicimos para que no haya excepciones ni siquiera para que alguno no se sienta ahora exento cuando estuvo que nadie se crea con el derecho de llamar "funcional al proceso" a cualquier notable que se le ocurra si funcional a eso fueron todos incluidos aquellos presuntos valientes que volaron al cómodo y rentable exilio












negocios que se hicieron con la desesperación y la muerte mientras fuera la del otro como otros negocios que se hicieron con los mismos motivos, como los que se hacen ahora justamente











ceras de caraduras y duras caras de tipos que la pusieron y tipos que no la pusieron unos por corajudos otros por falsos efluvios de patriotismo otros por boludos y muchos por hijos de puta








Caballo de guerra
Por Mario Vargas Llosa | Para LA NACION - NUEVA YORK

¿Es posible representar en un escenario la espantosa carnicería de la Primera Guerra Mundial, con sus veinte millones de muertos, sus soldados asfixiados por los gases de mostaza en trincheras llenas de barro, sapos y ratas, y los pueblos, aldeas y familias destruidos por los obuses, incendios y el odio vesánico de los contendientes?

Es perfectamente posible, a condición de contar con el talento artístico y la infraestructura dramática indispensables. La prueba de ello es War Horse ( Caballo de guerra ), el gran éxito de esta temporada teatral en Nueva York, que presenta cada noche ante auditorios compactos y delirantes el Vivian Beaumont del Lincoln Center Theater.

La obra está basada en la novela del mismo nombre de Michael Morpurgo, un escritor inglés de origen belga, conocido hasta ahora sobre todo por sus libros de cuentos para niños. Fue adaptada al teatro por Nick Stafford y se estrenó y dio en Londres en el National Theatre con éxito semejante al que luego ha alcanzado en los Estados Unidos.

El entusiasmo de los espectadores está más que justificado: War Horse es un espectáculo extraordinario que mantiene en estado de trance a su público las dos horas y media que dura, sumergiéndolo en los horrores de aquella contienda, en la que participaron dos docenas de países y que cambió la faz de Europa. Las escenas se suceden a ritmo de vértigo, cada una más sorprendente y atrevida que la anterior, y es difícil decidir qué es más digno de aplauso en lo que vemos, si la destreza y perfecta interacción de las masas de actores (que parecen multiplicarse como células cancerosas en sus acrobáticas evoluciones) o el llamativo despliegue de la tecnología en los decorados, las luces, el vestuario y la música. La historia circula por ambientes diversos, del frente de batalla y los combatientes a la retaguardia civil, de hogares deshechos, muchedumbres de desplazados, pueblos desiertos, sobrevivientes hambrientos y nubes de huérfanos.

Un gran espectáculo no tiene por qué ser al mismo tiempo una gran obra de teatro y Caballo de guerra no lo es. Nunca traspasa la superficie de la guerra y sus estragos, no hay en ella personajes individuales que descuellen ni un conflicto en el que se trasluzcan los temas neurálgicos de la condición humana, aquellos sótanos enigmáticos de la existencia cotidiana de hombres y mujeres. Sus actores son grupos gregarios, estereotipos, símbolos, figuras sin alma, comparsas, dotados todos ellos, eso sí, de una notable capacidad mutante, danzarines y acróbatas a la vez que comediantes, que se desdoblan y triplican y encarnan, cada uno, dos, tres, diez papeles diferentes, en ese carrusel desbocado que parece el tiempo en esta historia.

No podría ser de otra manera, pues los personajes centrales de la obra no son seres humanos, sino los caballos, en especial un noble cuadrúpedo llamado Joey por sus amos, cuya peripecia vital seguimos desde que es un joven potrillo arisco y caprichoso, simpático y querible, hasta que, años más tarde, hecho una ruina física pero indoblegable en su voluntad de vivir, retorna a la campiña de suaves colinas de Dover en la que se crió, luego de haber sobrevivido milagrosamente a los atroces cuatro años de guerra que padeció casi siempre en los lugares de mayor peligro.

No conozco la novela de Michael Morpurgo en que está basada la obra, pero no hay duda que es ingeniosa y audaz la perspectiva que eligió su autor para presentar este alucinante documental sobre las atrocidades de la Gran Guerra: la mirada de un caballo. Fue la última conflagración en la que los caballos participaron de manera masiva. Murieron unos ocho millones de ellos, arrastrando cañones y ambulancias, llevando y trayendo tropas, alimentos, heridos y cadáveres, o en cargas disparatadas de los regimientos montados en las que terminaban enredados y desangrándose en las alambradas antes de volar en pedazos por efecto de las explosiones. Del millón de caballos ingleses que fueron al frente sólo regresaron a la isla unos 62.000.

En los últimos meses de la guerra apareció el nuevo animal que reemplazaría al caballo en los futuros conflictos, un cuadrúpedo de acero y orugas en vez de patas, tan feo, macizo y destructivo como su denso nombre: el tanque.

Los caballos que aparecen en el espectáculo son hermosos y enormes, poseídos de una vitalidad conmovedora, más tiernos y sensibles que esos pobres soldaditos que se entrematan a su alrededor en la vorágine incompresible y feroz a la que han sido acarreados. Los cuadrúpedos enfrentan su destino con resignación y cumplen sus deberes hasta el último aliento, sin perder nunca la dignidad. Son de madera y han sido construidos por una compañía sudafricana, la Handspring Puppet Company, fundada por Adrian Kohler y Basil Jones, los artífices de esas escenas milagrosas en que los caballos galopan, saltan, se desploman o vuelan al compás de las peripecias de la historia. Uno tiene la impresión de que, en algún momento, esas estructuras de madera se transubstancian en caballos de verdad, y que los tres o cuatro marionetistas que los manipulan desaparecen, absorbidos por la magia del teatro, y por eso se llenan de lágrimas los ojos de los espectadores cuando los infelices y heroicos animales se desmoronan, alcanzados por los proyectiles, o son sacrificados para salvar de la inanición a los soldados.

Cuando uno ve una obra como ésta, que lo maravilla por su riqueza plástica, por la excelencia de su factura, por sus audacias, sorpresas y la genialidad de su hechura, tal vez sea una mezquina injusticia preguntarse si el teatro del futuro inmediato se irá acercando cada vez más a la feérica naturaleza de War Horse y pareciéndose cada vez menos al teatro tradicional, aquel en el que eran las palabras, las acciones y los sentimientos la razón de ser del espectáculo, lo que lo justificaba o hundía. Porque en esa maravilla que es Caballo de guerra el espectáculo es tan prodigioso y autosuficiente que la anécdota, los parlamentos, las pasiones y emociones se han convertido en un mero pretexto para la representación, de modo que no es abusivo decir de ella que, siendo todo lo magnífica que es, está más cerca del Cirque du Soleil que, digamos, de la mejor producción concebible de una pieza de Shakespeare, Ibsen o Valle Inclán.

La pasé fantásticamente bien viendo War Horse , pero, al salir a enfrentarme al viento neoyorquino, me asaltó de pronto la sospecha angustiosa de que, dadas las tendencias de la cultura en nuestros días, el teatro podría convertirse tarde o temprano en eso, sólo en eso.

viernes, 25 de noviembre de 2011

hojas







lo que hacen los buenos o los genios que andan entre nosotros que no precisamente son o tienen que ser los que los anunciadores y profetas de cuarta señalan, eso es lo que vale, vale su trajinar silencioso su paso templado por esta estación congestionada de gente histérica de la vida, vale lo que nos dejan no lo que pretenden que dejan los notables














por acá circulan muchos con la cola entre las patas que es el único lugar donde pueden tenerla los seres dubitativos que parcializan la realidad sus entornos y contornos, con la cola entre las patas, esos que tienen un discurso distinto de la práctica de ese discurso que entre nosotros abundan y se clonan continuamente















ese que durante mucho tiempo heredó a fioravanti en el corazón de los hinchas de fútbol anduvo senderos de prosperidad pero en el corazón de los relegados de los setenta es un gurka del mismo tamaño que videla o firmenich, y encima opina por TV, no importa es un instante a lo sumo una suma de instantes que pasan y nadie lo recordará siquiera















los corazones que dependen de una memoria estrecha son corazones de tipos que mienten y se mienten, hay otros que son víctimas de las mentiras de los mentirosos, en ese grupo revistamos el noventa y nueve por ciento de los que protestamos aunque hay quien no protesta porque sacó que no se puede remar contra la corriente











hay otros un poco más malos, después de los juicios reciben premios y dan conferencias para contar las aberraciones que generan




se juntan los tipos por todos lados no lo dicen pero se juntan intuyendo que el sistema crujió que el sistema no da para más porque los que aparecen como formales consintieron la informalidad porque eso les reporta ganancias













leve es la existencia y algunos la hacen más leve aunque pesada tirándose encima la carga de las posesiones y del dinero, seniles prematuros, caricaturas caricaturizadas en millones de novelas o cuantos que los editores no editan en su puta vida menos ahora que internet les movió el piso y lo que es peor el negocio


levedad de la condición, una condición de genios de animales de torpes de finos













aunque frecuentemente la veleta muestre que el viento está corriendo en sentido contrario uno debe confiar en el sentido propio, aunque a veces uno no lo sepa expresar ni hablando ni escribiendo líneas y líneas que a nadie le interesan