viernes, 31 de agosto de 2012

hojas marrones

La voz se deshizo como manojo de rosas sacudidas al viento y florecieron azucenas en la mano del santo y sonrisas en la boca del niño. Dulce regreso de aquel país lejano en medio de una nube de abalorio. El Volcán apagaba sus entrañas -en su interior había llorado a cántaros la tierra lágrimas recogidas en un lago, y Nido, que era joven, después de un día que duró muchos siglos, volvió viejo, no quedándole tiempo sino para fundar un pueblo de cien casitas alrededor de un templo.

jueves, 30 de agosto de 2012

hojas fuertes

Soy cantante y tejedor: Tengo esa doble alegría. Es un orgullo volar Y tejerme la casita. Yo la música me tejo, tejo también mi casita. Canta con fuerza a tus hijos, ¡Alza la cabeza, Madre! La plaga llegó a su fin: La Muerte en el jardín yace, El terror que nos acecha muerto en el estiércol yace. ¿Quién nos ha librado? ¿Quién? Decid su nombre y su nido: Rikki-tikki, la valiente, La de los ojos tan vivos. Rikki, dientes de marfil, cazadora de ojos vivos. Dadle, pájaros, las gracias. Decidle -colas al viento- Palabras de ruiseñor... No, yo lo haré con más fuego. ¡Esta es la canción de Rikki, la de los ojos de fuego! kipling

martes, 28 de agosto de 2012

hojas de partituras

Que un hombre del suburbio de Buenos Aires, que un triste compadrito sin más virtud que la infatuación del coraje, se interne en los desiertos ecuestres de la frontera del Brasil y llegue a capitán de contrabandistas, parece de antemano imposible. A quienes lo entienden así, quiero contarles el destino de Benjamin Otálora, de quien acaso no perdura un recuerdo en el barrio de Balvanera y que murió en su ley, de un balazo, en los confines de Río Grande do Sul. Ignoro los detalles de su aventura; cuando me sean revelados, he de rectificar y ampliar estas páginas. Por ahora, este resumen puede ser útil. Jorge Luis Borges

lunes, 27 de agosto de 2012

hojas rojas

El inspector se puso de pie y dijo furioso: -¡¿Usted?! -Retrasa la presencia del fiscal, no respeta las leyes. -Le llevo al calabozo. -¿Es peor que este caos? -¿Es que quiere recurrir al expediente de locura? Alí se levantó desafiante, la mirada extraviada. El inspector llamó a los agentes. Entonces sonó el timbre del teléfono. El inspector descolgó y estuvo atento unos momentos. Colgó y miró a Alí con malicia y rencor, disimulando a la par una sonrisa; y le dijo: -Ha muerto a consecuencia de las heridas. Alí Musa se demudó ligeramente. La mirada maliciosa chocó con otra de cólera ciega. Gritó con voz estremecida: -La ley aún no ha dicho nada, esperaré... Mahfuz, Naguib

domingo, 26 de agosto de 2012

hojas viejas

se fue el que dio el pequeño paso de hombre y el gran paso de la humanidad

el que dijo algún día alguien encontrará la máquina que dejé en la luna


 Parecía un buque de vapor río abajo, pero era un cohete en el cielo. Y más allá... ¿el sonido de unos banjos? No, sólo los grillos de una noche de estío en este año 2008. Diez mil sonidos en la ciudad y la atmósfera. Janice, cabizbaja, escuchaba. Hacía mucho, mucho tiempo, en 1849, esta misma calle había hablado con voces de ventrílocuos, predicadores, adivinos, doctores, jugadores, reunidos todos en esta misma ciudad de Independence, Missouri, esperando a que se tostase la tierra húmeda y la alta marea de la hierba creciese hasta sostener el peso de carros y carretas, los indiscriminados destinos, y los sueños. Oh, el día feliz al fin ha llegado, y a Marte nos vamos, Señor, cinco mil mujeres en el cielo, una siembra abrileña, Señor. -Es una vieja canción de Wyoming -dijo Leonora-. Le cambias las palabras y sirve muy bien para 2003. Janice alzó la cajita de píldoras alimenticias, imaginando las cargas que habían llevado aquellas carretas, de anchos ejes y elevados asientos. Por cada hombre, cada mujer, ¡increíbles tonelajes! Jamones, tocino, azúcar, sal, harina, fruta, galleta, ácido cítrico, agua, jengibre, pimienta... ¡una lista tan grande como el país! Y ahora, aquí, unas píldoras que cabían en un reloj pulsera la alimentaban a una no desde el Fuerte Laramie a Hangtown sino a lo largo de todo un desierto de estrellas. Abrió de par en par las puertas del armario y casi lanzó un grito. La oscuridad y la noche y el espacio que separaba los astros la miraban desde dentro.

sábado, 25 de agosto de 2012

hojas raras

-¿Y por qué no te metes? -Me da pereza, como vos decís, pero sobre todo miedo. Miedo de ver al primer niño hambriento de Ruanda o de Guatemala y ponerme a llorar como un babieca. Y no son lágrimas lo que ellos precisan. -Claro que no. Pero sería un buen cambio. -De pronto pienso: para eso está la Madre Teresa. Claro que tiene el lastre de la religión. Y yo, en todo caso, querría ser un misionero sin Dios. ¿Sacaste la cuenta de cuánto se mata hoy día en nombre de Dios, cualquier dios? -Quién te dice, a lo mejor inaugurás una nueva especie: los misioneros sin Dios. No estaría mal. Siempre que además fuera sin diablo. -¿Creés que algún día podré evolucionar de boludo a gilipollas? -Bueno, sería casi como convertir el Mercosur en Maastricht...”

jueves, 23 de agosto de 2012

hojas mojadas

Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. "Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos". Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita. García Márquez.

martes, 21 de agosto de 2012

hojas raras

El primer impacto rajó la nave como si fuera un gigantesco abrelatas. Los hombres fueron arrojados al espacio, retorciéndose como una docena de peces fulgurantes. Se diseminaron en un mar oscuro mientras la nave, convertida en un millón de fragmentos, proseguía su ruta semejando un enjambre de meteoritos en busca de un sol perdido. -Barkley, Barkley, ¿dónde estás? Voces aterrorizadas, niños perdidos en una noche fría. -¡Woode, Woode! -¡Capitán! -Hollis, Hollis, aquí Stone. -Stone, soy Hollis. ¿Dónde estás? -¿Cómo voy a saberlo? Arriba, abajo... Estoy cayendo. ¡Dios mío, estoy cayendo! Caían. Caían, en la madurez de sus vidas, como guijarros diminutos y plateados. Se diseminaban como piedras lanzadas por una catapulta monstruosa. Y ahora en vez de hombres eran sólo voces. Ray Bradbury

lunes, 20 de agosto de 2012

hoja plegadas

El tiempo camina, remolón, y Daniel no olvida al hombrecito. Un día vienen a la casa dos hombres con baldes, cepillos y escobas. Son los encargados de limpiar el pozo, y como en cada oportunidad en que cumplen su tarea, ese es día de fiesta para las pardas, a quienes deslumbra el ajetreo de los mulatos cantores que, semidesnudos, bajan a la cavidad profunda y se están ahí largo espacio, baldeando y fregando. Los muchachos de la cuadra acuden. Saben que verán a la tortuga, quien sólo entonces aparece por el patio, pesadota, perdida como un anacoreta a quien de pronto trasladaran a un palacio de losas en ajedrez. Y Daniel es el más entusiasmado, pero algo enturbia su alegría, pues hoy no le será dado, como el año anterior, presentar la tortuga a Martinito. En eso cavila hasta que, repentinamente, uno de los hombres grita, desde la hondura, con voz de caverna: -¡Ahí va algo, abarájenlo! Y el chico recibe en las manos tendidas el azulejo intacto, con su hombrecito en el medio; intacto, porque si un enano francés estampado en una cerámica puede burlar a la Muerte, es justo que también puedan burlarla las lágrimas de un niño. El hombrecito del azulejo, Manuel Mujica Lainez

domingo, 19 de agosto de 2012

hojas repetidas

Causa - Ezra Pound Reúno estas palabras para cuatro personas, alguien más puede cazarlas al vuelo, oh mundo, lo siento por ti, no conoces a esas cuatro personas.

viernes, 17 de agosto de 2012

hojas rojas

Mlle. Dargére, después de apoyar su melancolía sobre la balaustrada, que fue como una despedida a la belleza, subió corriendo hasta el espejo de su cuarto. La cabeza del hombre en llamas se le apareció del otro lado; vista de tan cerca era una cabeza picada de viruela y tenía la misma emotividad de los flanes bien hechos. Mlle. Dargére atribuyó el arrebato de su cara a las quemaduras del sol que se derraman en líquidos hirvientes sobre las pieles finas. Se puso compresas de óleo calcáreo, pero la imagen de la cabeza en llamas se había radicado en el espejo. Silvina Ocampo

miércoles, 15 de agosto de 2012

hojas blancas

El miedo me hace sudar frío. Y yo sé que no podré librarme de este miedo; que lo sentiré ante cualquier desconocido. Pues en verdad ignoro si los dos hombres eran miembros o eran enemigos del Partido. Ahora estoy en casa, tratando de lavar la camisa. Para el caso, he usado jabón, cepillo y un producto químico especial que hallé en el baño. La mancha no se va. Está ahí, indeleble. Al contrario, me parece que a cada esfuerzo por borrarla se destaca más. juan bosch

domingo, 12 de agosto de 2012

hojas finas

Un sentido saludo para esos abnegados trabajadores que a puro mate y truco se cagan en la gente desde abajo de la tierra.






Los metro delegados ya hablan de un paro por "tiempo indeterminado"

viernes, 10 de agosto de 2012

hojas grises

La costa - Ray Bradbury Marte era una costa distante y los hombres cayeron en olas sobre ella. Cada ola era distinta y cada ola más fuerte. La primera ola trajo consigo a hombres acostumbrados a los espacios, el frío y la soledad; cazadores de lobos y pastores de ganado, flacos, con rostros descarnados por los años, ojos como cabezas de clavos y manos codiciosas y ásperas como guantes viejos. Marte no pudo contra ellos, pues venían de llanuras y praderas tan inmensas como los campos marcianos. Llegaron, poblaron el desierto y animaron a los que querían seguirlos. Pusieron cristales en los marcos vacíos de las ventanas, y luces detrás de los cristales. Esos fueron los primeros hombres. Nadie ignoraba quiénes serían las primeras mujeres. Los segundos hombres debieran de haber salido de otros países, con otros idiomas y otras ideas. Pero los cohetes eran norteamericanos y los hombres eran norteamericanos y siguieron siéndolo, mientras Europa, Asia, Sudamérica y Australia contemplaban aquellos fuegos de artificio que los dejaban atrás. Casi todos los países estaban hundidos en la guerra o en la idea de la guerra. Los segundos hombres fueron, pues, también estadounidenses. Salieron de las viviendas colectivas y de los trenes subterráneos, y después de toda una vida de hacinamiento en los tubos, latas y cajas de Nueva York, hallaron paz y tranquilidad junto a los hombres de las regiones áridas, acostumbrados al silencio. Y entre estos segundos hombres había algunos que tenían un brillo raro en los ojos y parecían encaminarse hacia Dios...

jueves, 9 de agosto de 2012

hojas de historia clínica

La pobreza en EE.UU. llega al nivel más alto en medio siglo
Lo afirman los expertos citando datos del último censo. El 15,1% de la población era pobre en 2010. Pero en 2011 esa cifra trepó al 15,7%. No se veían números tan elevados desde fines de los años 50.

miércoles, 8 de agosto de 2012

hojas de historias clínicas

descripciones de patologías en titulares de diarios



  “Creció 48% el gasto de los argentinos que viajan al extranjero”.


claro, de 4,5 a 6,5 pesos por dólar, subió el gasto del boludo que compró a 6,5 para vender a 10$ cuando al cambio oficial no le dan más de 4,7 pesos

martes, 7 de agosto de 2012

hojas de sumarios

El cerdito - Juan Carlos Onetti La señora estaba siempre vestida de negro y arrastraba sonriente el reumatismo del dormitorio a la sala. Otras habitaciones no había; pero sí una ventana que daba a un pequeño jardín parduzco. Miró el reloj que le colgaba del pecho y pensó que faltaba más de una hora para que llegaran los niños. No eran suyos. A veces dos, a veces tres que llegaban desde las casas en ruinas, más allá de la placita, atravesando el puente de madera sobre la zanja seca ahora, enfurecida de agua en los temporales de invierno. Aunque los niños empezaran a ir a la escuela, siempre lograban escapar de sus casas o de sus aulas a la hora de pereza y calma de la siesta. Todos, los dos o tres; eran sucios, hambrientos y físicamente muy distintos. Pero la anciana siempre lograba reconocer en ellos algún rasgo del nieto perdido; a veces a Juan le correspondían los ojos o la franqueza de ojos y sonrisa; otras; ella los descubría en Emilio o Guido. Pero no trascurría ninguna tarde sin haber reproducido algún gesto, algún ademán de nieto. Pasó sin prisa a la cocina para preparar los tres tazones de café con leche y los panques que envolvían dulce de membrillo. Aquella tarde los chicos no hicieron sonar la campanilla de la verja sino que golpearon con los nudillos el cristal de la puerta de entrada, la anciana demoró en oírlos pero los golpes continuaron insistentes y sin aumentar su fuerza. Por fin, por que había pasado a la sala para acomodar la mesa, la anciana percibió el ruido y divisó las tres siluetas que habían trepados los escalones. Sentados alrededor de la mesa, con los carrillos hinchados por la dulzura de la golosina, los niños repitieron las habituales tonterías, se acusaron entre ellos de fracasos y traiciones. La anciana no los comprendía pero los miraba comer con una sonrisa inmóvil; para aquella tarde, después de observar mucho para no equivocarse, decidió que Emilio le estaba recordando el nieto mucho más que los otros dos. Sobre todo con el movimientos de las manos. Mientras lavaba la loza en la cocina oyó el coro de risas, las apagadas voces del secreteo y luego el silencio. Alguno caminó furtivo y ella no pudo oír el ruido sordo del hierro en la cabeza. Ya no oyó nada más, bamboleó el cuerpo y luego quedó quieta en el suelo de su cocina. Revolvieron en todos los muebles del dormitorio, buscaron debajo del colchón. Se repartieron billetes y monedas y Juan le propuso a Emilio: -Dale otro golpe. Por si las dudas. Caminaron despacio bajo el sol y al llegar al tablón de la zanja cada uno regresó separado, al barrio miserable. Cada uno a su choza y Guido, cuando estuvo en la suya, vacía como siempre en la tarde, levantó ropas, chatarra y desperdicios del cajón que tenía junto al catre y extrajo la alcancía blanca y manchada para guardar su dinero; una alcancía de yeso en forma de cerdito con una ranura en el lomo.

domingo, 5 de agosto de 2012

hojas viejas

Pablo Neruda - Poema 11 Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas la mitad de la luna. Girante, errante noche, la cavadora de ojos. A ver cuántas estrellas trizadas en la charca. Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye. Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas, mi corazón da vueltas como un volante loco. Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos, a veces fulgurece su mirada debajo del cielo. Quejumbre, tempestad, remolino de furia, cruza encima de mi corazón, sin detenerte. Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta. Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella. Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga. Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas. Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio, allá nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas. Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos, es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría. Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas para qué tocarla ahora, para qué entristecerla. Ay seguir el camino que se aleja de todo, donde no está atajando la angustia, la muerte, el invierno, con sus ojos abiertos entre el rocío.

sábado, 4 de agosto de 2012

hojas cortas

El frescor nocturno Triunfa de tu amoroso empeño, Y domina tu frente con peso taciturno El negro racimo del sueño. En el fugaz desvarío Con que te embargan soñadas visiones, Vacilan las constelaciones; Y en tu sueño formado de aroma y de estío, Flota un antiguo cansancio De Bizancio... Languideciendo en la íntima baranda, Sin ilusión alguna Contestas a mi trémula demanda. Al mismo tiempo que la luna, Una gran perla se apaga en tu meñique; Disipa la brisa retardados sonrojos; Y el cielo como una barca que se va a pique, Definitivamente naufraga en tus ojos. L. Lugones

jueves, 2 de agosto de 2012

hojas estelares

El hombre vestía uniforme. Había otros tres con él, excitados, muy sonrientes y muy sucios. -¿Qué desean?-preguntó la señora Ttt. -Usted es marciana -El hombre sonrió-. Esta palabra no le es familiar, ciertamente. Es una expresión terrestre -Con un movimiento de cabeza señaló a sus compañeros-. Venimos de la Tierra. Yo soy el capitán Williams. Hemos llegado a Marte no hace más de una hora, y aquí estamos, ¡la Segunda Expedición! Hubo una Primera Expedición, pero ignoramos qué les pasó. En fin, ¡henos aquí! Y el primer habitante de Marte que encontramos ¡es usted! -¿Marte? -preguntó la mujer arqueando las cejas. -Quiero decir que usted vive en el cuarto planeta a partir del Sol. ¿No es verdad?

miércoles, 1 de agosto de 2012

hojas sucias

Intenta de Tarquino el artificio - Sor Juana Inés de la Cruz Intenta de Tarquino el artificio a tu pecho, Lucrecia, dar batalla; ya amante llora, ya modesto calla; ya ofrece toda el alma en sacrificio. Y cuando piensa ya que más propicio tu pecho a tanto imperio se avasalla, el premio, como Sísifo, que halla, es empezar de nuevo el ejercicio. Arde furioso y la amorosa tema crece en la resistencia de tu honda, con tanta privación más obstinada. ¡Oh providencia de deidad suprema: tu honestidad motiva tu deshonra y tu deshonra te eterniza honrada!