viernes, 21 de septiembre de 2012

hojas viejas

¡Qué voz tan bella! -continuó diciéndome mientras se dirigía hacia la puerta del jardín- ¡qué voz tan bella!... Esa voz me matará porque me hace gozar demasiado. Él sabe que esa manera de hablar me encanta, me embriaga, y estoy segura de que, cuando está solo, se da lecciones de elocuencia a sí mismo para hacerla más melodiosa y más penetrante... ¡Es tan bueno!... ¡Es tan grande!... ¡Es tan hermoso!... ¡Ah! ¡Si usted supiera lo que es este hombre!... -Es un hombre amado, un hombre dichoso. -Bien lo merece; pero sería necesario que tuviera una mujer diferente de la que tiene, porque yo no soy sino una miserable, indigna de él... ¿Creerá usted que lo engañé como una miserable idiota? Alexandre Dumas (h)

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