La tara es aceptar los contrastes
sociales como si fueran naturales tan naturales como las enredaderas que
adornan los muros de las mansiones en las fincas paquetas tan naturales como el
loro que se mofa del abuelo en las casuchas de chapas de las villas, la tara es
esa de ver como natural algo que se plasma como artificial en las
interrelaciones cotidianas en las interpelaciones callejeras y académicas entre
tarados que marcan las diferencias y tarados que las aceptan, mientras en el
medio hay docenas de miles de tarados que se pasan en explicaciones para
justificarlas o criticarlas, a cientos de docenas de miles de situaciones
aberrantes que hacen que la especie que se autodenomina incluida en la
condición humana tenga deficiencias harto perores de aquellos prototipos que se
califican como especies menores, mucho más en la aldea en la que en unas pocas
cuadras a la redonda hay hermanos que buscan incansables sus dietas diarias en
los tachos de basura mientras una sarta de hipócritas y tarados dejan sus
propinas en bares para pagar desayunos probables a gente carenciada porque son
incapaces de hacer otra cosa con la pobreza, y la sarta de ignorantes que
especulan con el dólar para comprar a seis y vender a diez activos ajenos que
sobresalen con la sarta de comunicadores que miran para otros lados para no
meterse con temas embromados, caben las preguntas de los límites entre tantos
contrastes.
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