Digamos que gracias deberán dar
ellos mismos que un presidente tiene hasta la obligación de guardar la
compostura porque a estos traicioneros y desprolijos que engordan con las
hambrunas o las desgracias de la gente, deberían expatriarlos sin
contemplaciones por las inequidades o iniquidades que hacen, como la última que
se conoció para un grupo de compatriotas que no merecen ni llamarse de esa
manera, que constituyen ahorros en moneda extranjera en las filiales locales y
después aparecen así con el transcurrir de los años con esos patrimonios hasta
protegidos por el ridículo y nocivo secreto bancario, digamos que deberían
agradecer porque que no los corran con semejantes actitudes fraudulentas ya es
mucho pero muy poco para reconstituir los costos sociales de los destrozos que
causan al sistema con esos recursos que ellos, alegremente, como lo hacen,
sacan del sistema.
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