Y por lo general nos quedamos
suspendidos en los recuerdos de los días que pasamos, suspendidos absortos
colgados en esos días que no volverán de ninguna manera, nuestros días
liberados de pre juiciosos de otras ataduras, y por lo general nos quedamos con
aquellos de que todo tiempo pasado fue mejor, para nosotros, no lo aclaramos,
porque al final a esas apreciaciones las hacemos en función de nuestras propias
vivencias de nuestras propias experiencias de nuestras propias sensaciones,
todo tiempo pasado fue mejor, y lo tiene que haber sido para nosotros, allá,
cuando el porvenir aparecía como más largo que un pasados nuevo cortos angosto,
y por lo general nos quedamos con esas reminiscencias de los mejores días
acunados en la calidez de días que tuvimos la suerte que fueran justamente eso,
agradables, placenteros, transparentes, como lo fuimos nosotros mismos en esos
tiempos que fueron que no son ni serán, esos lejanos días cuando la vida
explotaba de colores, vivos refulgentes con brillos cuando la vida explotaba de
contraste de colores y se encerraba en instantes que pasaban a la historia en
fotos que la mostraban en blanco y negro, al revés de ahora que la vida, tal
vez la propia vida ese pedazo ese pedacito de historia que somos, es una vida
de blancos de negros de contraste en un mismo tono de grises tal vez, pero en
esa acuarela de tonos que no pasan de la vida en blanco y negro justo ahora que
las fotos son cada vez más perfectas y en especial de todos los colores, cuando
la vida era de colores retratada en impresiones de blancos y negros cuando la
vida es una de blancos y negros retratada en impresiones de colores.
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