Los hacedores de doctrina se
pasaron los últimos doscientos años armando el relato que sostiene que al
final, la mayoría de nosotros elige por un sistema donde hay bastante libertad
aunque casi nada de justicia (liberalismo, capitalismo) que un sistema donde se
rescata la justicia en la equidad pero con libertades restringidas (idealismo,
socialismo) porque en cuanto le dan margen a alguien en los circuitos, hasta en
los circuitos más duros según cuentan como en China o en Rusia, vuelve la sombra
de Smith en su admonición de la falta de benevolencia del carnicero, un relato
el de aquellos que se confirma en el hedonismo que nos marca y el consumismo, o
las expectativas y actitudes compulsivas que nos hacen, a unos acumular como en
un saco sin fondo y a otros vivir en la desgracia, aunque en proporciones
asombrosas se trate de un discurso que está poblado de fallas garrafales como
la de la soberanía de un consumidor que lo único de soberano que tiene, al
menos en esta aldea, es alguna corona de fantasía comprada en once o en otro
lado, como la de la competencia perfecta que no se compadece con la realidad
donde los que tienen y mandan están todos entongados y haciendo negocios.
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