sábado, 5 de noviembre de 2011

páginas amarillas, uno menos uno más cuando menos por más



hay inercias e inercias está la inercia física por la cual un cuerpo permanece en estado de reposo o movimiento hasta que por un suceso ese equilibrio, inestable, se altera, y hay inercias sociales o individuales es como cuando uno anda con la bujía empastada o con nafta super en el tanque por poner ejemplos de mecánica,





aunque de tanto querer dar claridad a veces oscurecemos y nos oscurecemos, como es oscuro aunque cada vez un poco menos el horizonte de un porvenir que no terminamos de diseñar, para saber quiénes somos realmente, si producimos adentro o compramos afuera, si confiamos o no confiamos en los otros





uno se va para alivio de otros uno se incorpora para expectativas para otros, ambos casos u otros casos cientos de casos reproducidos interminablemente transforman, por inercia estática por inercia dinámica, aunque social o individualmente y como nos pasa seguido hacen que nosotros mismos oscilemos como el péndulo






de un punto al otro pero nunca al mismo punto del origen ni tampoco a los mismos puntos del espacio invisible que en la oscilación se van tocando, es simplemente el transcurrir como transcurre la vida social la de nosotros mismos






Los destinos de Iberoamérica
Por José Claudio Escribano | LA NACION
En 2012 habrá elecciones en Venezuela, México, Estados Unidos, Rusia, Francia. A la intensidad electoral del año por venir se anticiparán, el domingo 20, los comicios de España, llamados a ejercer influencia como pocos sobre el vasto ámbito latinoamericano.

Nadie, ni los socialistas en el poder, atenúan el convencimiento general de que Mariano Rajoy, líder del Partido Popular, se hará cargo del nuevo gobierno español. Lo que nadie se atreve, en cambio, a arriesgar es si el triunfo de los populares será de una magnitud equivalente al de Felipe González en 1982, cuando su nombre arrastró al seno del Congreso de los Diputados a 202 candidatos del Partido Socialista Obrero. Con menos se consigue la mayoría parlamentaria absoluta, pero aun en medio del crédito que el PP parece tener al alcance de la mano eso es todavía un sueño, sin muchos apostadores.

La sucesión de Rodríguez Zapatero por Rajoy es un enroque de partidos, pero también de estilos. Al margen de los convencionalismos en el grotesco argentino, los gallegos -y Rajoy es uno de ellos- tienen acreditada en España la condición de astutos, prudentes. Mi amigo Guillermo Jacovella, que fue de joven estudiante argentino en España y luego destacado diplomático, va más lejos: sostiene que el pensamiento intelectual más sofisticado de España es gallego.

Si se necesitaba una prueba asertiva de lo que es el genio gallego, basta tomar nota de la campaña electoral que el jefe del PP ha hecho casi sin abrir la boca para no mucho más que no fueran saludos. Abrirla, en estos tiempos tempestuosos para Europa, y nada se diga para España, hubiera sido un peligro mayor que asomarse en exceso a los acantilados que miran hacia el Atlántico.

La historia contrafáctica, siempre discutible, invita a indagar qué habría ocurrido con el derrotero, al comienzo gestado con mayor dubitación de lo que han indicado las apariencias, de los líderes populistas que aparecieron en América latina con el siglo si se hubieran encontrado en España con una contraparte más madura, y emocionalmente menos adolescente, que la de quien llegó al poder con la onda expansiva de las trágicas explosiones terroristas en la Estación de Atocha, en marzo de 2004. Es como conjeturar que si en lugar de Rodríguez Zapatero hubiera sido Felipe González quien gobernara en estos últimos siete años a España, tal vez habría sido otro el cantar y otros los consejos y ejemplos impartidos a los amigos de América latina.

Pero las cartas ya están jugadas y ahora ya ni se sabe quién está peor. Si España, paradigma de prosperidad después de su incorporación real a Europa, o la región que fue parte central, desde la bula de Alejandro VI, de sus dominios de ultramar. Con un sentido de la economía del presente, y no de la economía del futuro, seguramente América latina se encuentre hoy en mejor estado que España. La pobreza abruma en nuestros países y basta verla en la condición mísera de villas crecientes, que anillan ciudades y penetran hasta el corazón de la vida urbana. Sin embargo, los cambios favorables han sido notables en estos últimos veinte años, como que desde 1990 la tasa de pobreza ha bajado, según informes de la Cepal, del 48 al 30% de la población.

La deuda pública de nuestros países va por igual camino: ha descendido en promedio del 65 al 28%, relación envidiable para muchos países europeos. Y, aun en el caso argentino, con un gasto público que en ocho años de kirchnerismo ha aumentado del 20 al 40% del producto bruto, aquella deuda es, en un punto sustancial, absolutamente distinta de la de fines de siglo. Es una deuda manejable. No representa más del 15% de una generación nacional de riqueza de 500.000 millones de dólares por año.

Son cifras que están en el comentario de españoles y latinoamericanos en uno de los espacios de reflexión abierto estos días de euforia política en el Partido Popular, el de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES). Sobre esa fundación gravita el ex jefe de gobierno José María Aznar y, a su lado, Miguel Angel Cortés, diputado por Valladolid y ex secretario de Estado para la Cooperación Internacional e Iberoamérica. Hay más: un trabajo elaborado en la Wharton School, de la Universidad de Pennsylvania, indica que el conjunto de latinoamericanos integrantes de clases medias ha subido, entre 1994 y 2010, de menos de 60 millones de personas, a más de 120 millones. Súmese a eso que el producto nominal de Iberoamérica -América latina más España y Portugal- es superior al de China.

La visión estratégica de los populares apuesta a estimular la consolidación de las clases medias como exponente natural de la prosperidad social y de la viabilidad de un proyecto político democrático, fundado en la representación ciudadana de base constitucional. Las clases medias, dicen los populares, consolidan las sociedades y su estabilidad infunde confianza.

Desde la perspectiva liberal-conservadora de España, tan apegada al concepto de libertad de mercados y respeto por la propiedad privada, el Derecho debe ser el eje que organice las relaciones exteriores. En el caso de nuestros países, países de raigambre romana, se espera de ellos que expliciten sus normas y las legitimen como reglas previsibles y fruto de los principios que configuran un marco jurídico. Toda ruptura inconsulta de contratos o cualquier fantasía estadística constituyen aberraciones que lo echan todo a perder.

La seguridad es el primer contrato social, la primera premisa de la existencia del Derecho. Parte de los debates fue que se ha otorgado en América latina preponderancia excepcional a la economía, sobre la base de que los principios estaban arraigados. Pero no ha sido así. Todavía no constituimos sociedades cohesionadas como las del Commonwealth, que proclaman menos principios, tal vez porque están más convencidas de que sus individuos comparten una misma moral pública, aunque tengan el impulso por reglamentar más, incluso en detalles. En ese capítulo se sugirió crear en América latina más espacios jurídicos integrados, más mecanismos de cooperación y enlace. ¿Por qué no ir hacia el reconocimiento automático de sociedades anónimas a fin de facilitar negocios en otros países?

Desde aquella misma perspectiva hay un eco propositivo de nuestro Jorge Luis Borges: "Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer". Es curioso, ¿pero lo saben, acaso, los argentinos en la medida en que deben saberlo? El intercambio de ideas entre españoles y latinoamericanos deriva así en la consigna de que debe estimularse la unión entre los afines. Lo aprendieron los venezolanos de oposición a Chávez, congregados en la Mesa de Unidad que en las últimas elecciones, después de una dispersión de años, logró la mayoría, con el 52% de los votos populares.

Hubo llamados de atención. Uno, que el crecimiento económico de estos años, con sistemas tributarios deficientes y Estados de Bienestar exiguos, no derive en la complacencia olvidadiza de que ese crecimiento ha sido, en muchos casos, más que por la fortaleza estructural de las economías, por condiciones mundiales de excepción. Ahora habrá que resignarse a crecimientos no del 8%, sino del 4, y acaso menos.

Otro llamado fue a crear un "Erasmus" para la América latina, un programa de movilidad académica destinado a profesores y estudiantes sobre la base de que la creatividad que se necesita sólo podrá derivarse de las universidades. Es el mismo grito profundo de siempre: ¡Educación!

"Erasmus" es el acrónimo del nombre en inglés del plan de cooperación transnacional "European Region Action Scheme for the Mobility of University Studentes". Erasmo, en latín. ¿Pura casualidad que ese nombre haya entrado en el discurso iberoamericano? No. Suena a lo que es, a una nueva hora reivindicativa de la gloria del gran teólogo de Rotterdam. En La gran novela latinoamericana, su último libro de ensayo, que pronto llegará a Buenos Aires, Carlos Fuentes recuerda que el humanismo erasmita significa el abandono de los absolutos, sean los de la fe, sean los de la razón. Los que procuran silenciar el pensamiento crítico, agrego. Fuentes define a Erasmo como el padre intelectual de la democracia en España e Hispanoamérica, el de la conciliación y la tolerancia, el de una ironía capaz de trazar la indispensable ruta intermedia entre el realismo -la realpolitik de Maquiavelo- y el idealismo de Tomás Moro.

¿No es eso lo que necesita una América latina de pobres instituciones y mediocre templanza republicana? ¿No es lo que se necesita en el ejido de una Carta Democrática Interamericana de Lima, que atiende lo suficiente al origen constitucional de los gobiernos mientras descalifica las rupturas de ese orden, pero fracasa, a pesar de su texto, en que haga de igual modo carne la connotación de los derechos y garantías individuales, la existencia de un poder judicial en verdad independiente y de una prensa libre de presiones gubernamentales de todo tipo?

Cuando se lee a un escritor como Fuentes, para quien la verdadera historia consiste en saber cuándo se impuso la imaginación como historia, parece transparentarse en la memoria de Erasmo una bondadosa y algo burlona sonrisa. Es en el momento en que se trae a cuento que, entre tantas carteras Vuitton y corbatas Hermès como las que están dando vueltas, la variedad difusa de los populismos latinoamericanos del siglo XXI se hace espacio para epitafios como éste: "La izquierda, vestida (elegantemente vestida), no será vencida".

No hay comentarios:

Publicar un comentario