
sacarnos a veces ese barniz trucho de la solemnidad, nos vendría muy bien, dejar de ser lo que no somos lo que queremos parecer para que los que nos miran crean que somos oh! pero aunque más no sea lo que somos, dejar de hacer creer que somos buenos o impecables, que también podemos pintarnos enteros para celebrar lo que tenemos que en parte será mérito propio pero en su mayoría nos viene de arriba

aflojar con la solemnidad abundar más en lo sencillo en lo que no tiene dobleces, dejar de creer que manejamos todo cuando ni siquiera nos manejamos a nosotros mismos

aflojar también con los extremos, porque dejamos unos y estamos aferrándonos a otros, como ahora que se instalan restaurantes y bares y hoteles para mascotas mientras el hambre sigue intacto en el planeta, no es por los que cuidamos por las mascotas sino porque descuidamos a los desnutridos que diariamente se mueren de inanición y de hambre

quedan las palabras así, escritas, impresas en algún lado de las hojas que llenamos escribiendo, las que nos gustan y las que no nos gustan o que nos disgustan, quedan así dibujando en sus rasgos nuestros rasgos culturales nuestras idiosincrasias tan diferentes para algunas cosas tan iguales para otras

palabras que escribí y que nunca leería o que nunca hubiera leído aún sin saber de su autor,palabras que leí o escuché y que nunca hubiera escrito aunque fueran hermosas y curiosas palabras que en algunos casos ni escucharé

el babel con el que apenas si podemos integrarnos en la diversidad global que vivimos atrapados en problemas parecidos de falta de trabajo de hambre de privaciones mientras otros recorren el mundo rodeados de lujos que sobran

sobre lo que falta, y falta justamente eso que a algunos les sobra, eso bien lo conocen los preclaros especialmente que son lo que tienen la posibilidad de ser escuchados

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