La misma lógica lacaniana del
espejo por la cual se supone que tenemos que cumplir con las instancias de
percibirnos quiénes somos como somos qué tipo de bichos somos y en consecuencia
aceptarnos, nuestro yo y después con el tiempo ese súper yo que llevamos en la
mochila, y en consecuencia ponderarnos y valorarnos para aceptar a los otros a
los demás que están con dramas parecidos mejores o peores, es la que se podría
utilizar para describir las cuestiones nuestras con la inflación fenómeno del
que nunca nos hacemos cargo y es más, que siempre identificamos como
ineficiencias de los gobiernos que se encuentran de turno y nunca como un
evento dependiente de expectativas propias y de condiciones mínimas de
cooperación, podría servirnos para pensar que no cumplimos ese paso del espejo
lo que nos impide hacernos cargo de las partes de las responsabilidades que nos
tocan a nosotros y a los otros, hay asuntos como la inflación en la economía
que dependen de nuestra actitud y no solamente de las expectativas o de las
conductas que más nos convienen o de los comportamientos que mejor nos vienen individualmente,
olvidando que vivimos dentro de la sociedad, en la percepción del yo en la que
en algún momento aparece la percepción del alter ego que no necesariamente para
estas cuestiones es el pobre infeliz estúpido que no compra dólares o un vago
al que no le dan nauseas las asignaciones universales, que algunas veces pueden
ser esos inmorales y putos empresarios que producen la leche por ejemplo cuyo
precio por litro en los últimos diez años pasó de 1,50 a 7,80$ o la carne que por
kilo paso de 8 a 42$ o lo que es peor del pan que por kilo pasó de 80 centavos
a 18$, esos mismos inmorales y putos empresarios que la pasan bomba mientras
nosotros los del medio pelo le reclamamos al gobierno una inflación del 25%/año
por las inmoralidades de ellos.
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