Los tarados llaman mercados a
media docena de operaciones en el circuito de títulos privados y públicos, un
rejunte de operaciones que tres o cuatro vejestorios acuerdan para hacerles
unos mangos al estado en forma directa o indirecta para financiar activos
privados que por lo general no aplican a la producción o al consumo de bienes y
servicios, decisiones que se toman casi todas bebiendo vinos añejos en algún lugar
exclusivo junto a los abogados y a los escribanos que certifican los actos
acontecidos en medio de los sopores de la primera parte de la siesta en la
aldea, a esos mercados le llaman bolsa como cotización al precio vil que fijan
para la divisa para continuar financiando con ahorro público el ahorro privado,
claro que como contraste está la tara de enfrente, parte de la cual inunda los noticieros
en las tardes para informar de nuestra bolsa junto a las otras que son las más
importantes del mundo tapando las decisiones de los alí babá que tenemos, en el
medio están los tarados que restan vulgarmente llamados giles, que mientras los
otros se entretienen trabajan para que la divisa sea un sustituto imperfecto de
la moneda nacional, a la que destruyen con la misma displicencia con la que
cantan el himno nacional.
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