Pobres contra pobres así seremos más ricos contra ricos así serán menos, probablemente necesitamos
bastante de años de historia de años de seguir fraguando alguna suerte de
cultura propia original para apreciar las cualidades del titán verdadero, años
de una ilustración excelsa realmente, o a lo mejor nunca lo logremos porque no
se pueden evitar las nauseas virtuales yendo a las referencias de las mezclas
que tenemos a partir de nuestros gentilicios o a partir de las corrientes de
migrantes que nos atraviesan desde que somos algo en el concierto de naciones,
tal vez los logremos tal vez no lo logremos, pero por ahora distamos bastante
de llegar al ideal del prototipo de héroe porque es como en aldea de tercera
categoría, nuestros héroes o son malandras ladrones de gallinas o son malandras
de elite que en realidad pasan toda su vida disfrazados de señores con buena
comida y ropa limpia pensando que son pulcros y ordenados ciudadanos, no hay
puntos intermedios, no hay Robin Hood posibles en la aldea que roben a los
ricos para dárselo a los pobres que les quieten los excedentes a los que no les
importa que esos excedentes se pudran por lo que tienen en abundancia para
entregárselos a los que sí les interesa que esos excedentes se pudran por lo
que no tienen o tienen en defectos, en la aldea hay antihéroes en todos caso
ladrones de poca monta que matan para robar al por menor y al que menos tiene
porque los que más tienen van con custodias que ahuyentan a los que roban que
además son súper cobardes para repartir entre los pobres, en la aldea andamos
pobres contra pobres y entonces andan muy cómodos los ricos con los ricos los
corruptos con los corruptos los policías con los jueces los jueces con los
policías, no hay héroes que se descuelguen de arriba haciendo justicias
inoculando justicia de la justicia que falta no hay quienes saquen de por acá
para poner por allá donde falta, los delincuentes que tenemos son el reflejo de
lo que somos tipos del tercer mundo con delincuentes del culo del mundo por
volver sobre una figura de los años setenta cuando en general se creía que en
el concierto de naciones había hijos y entenados, mucho antes de internet mucho
antes que un barniz de dignificaciones cayera sobre la gente gracias a la
democratización de la información.
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