Y de pronto así nomás de la noche
a la mañana un grupo de fanáticos del medio oriente entra en un centro
comercial y ejecuta sin explicaciones a más de unas setenta personas, niños y
niñas mujeres y hombres nada que ver con
ellos con el fanatismo de ellos que seguramente tienen un fanatismo diferente
al fanatismo oriundo, extremo inexplicable, de pronto y de golpe por unos
segundos pasan de hombres a dioses, de hombres insomnes a dioses despiertos,
dirimiendo por el destino de esos pobres diablos que casualmente coincidieron
con los que ajusticiaron justo en las mismas coordenadas, y de pronto así de
pronto un grupo de varones creyentes, suicidas, hacen consideraciones
sumarísimos a esos pobres inocentes y los eliminan a balazos, de estar a uno y
estar, livianos parecen ir con sus pesadas mochilas a cuestas, se convierten en
jueces y partes de un juicio final improvisado entre escaleras mecánicas y
complejos de cines donde venden los pochoclos que seguramente compraron unos
minutos antes apenas esos niños que junto a los grandes murieron.
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