martes, 29 de julio de 2014

Copiando; para el Belgrano Cargas.





El transporte se ha considerado esencial para que los países alcancen un nivel que les permita participar de forma competitiva en los mercados internacionales y se ha convertido en una importante preocupación para algunos países. Diversos documentos han revelado la correspondencia entre ambas variables al indicar que unas buenas infraestructuras y servicios influenciarían positivamente en la competitividad de los países, pues su inserción y participación en los mercados dependería de una oferta de productos a precios atractivos, como consecuencia de los menores costes de transporte. En torno a la expresión de “competitividad” han surgido diversas conceptualizaciones. Una primera definición se refiere a cómo los países y las empresas dirigen la totalidad de las competencias y habilidades necesarias para conseguir su progreso o sus beneficios. Es por ello que una característica relevante de la competitividad es la consideración de “conjunto”. En segundo lugar, la competitividad corresponde, cuando sólo se analiza el contexto de los países, a un campo de la teoría económica que estudia los hechos y políticas que conforman las capacidades de los países para crear y mantener un ambiente que conduzca a una mayor creación de valor económico para sus empresas y a más prosperidad para sus ciudadanos. Un tercer planteamiento relaciona el vocablo con la participación de los bienes y servicios de un país en el mercado mundial. Sin embargo, la mayoría de los analistas consideran que para entender adecuadamente la competitividad es necesario tomar en cuenta la productividad de una economía, la cual es medida por el valor de los bienes y servicios producidos por unidad de recursos naturales, humanos y de capital. La competitividad se ha analizado teóricamente desde varios puntos de vista. Uno de ellos es el enfoque de la ventaja competitiva de Porter (1991, 63 – 240) que considera que el éxito en el acceso a los mercados extranjeros se produciría con la formación y competitividad de los denominados clusters. Estos conglomerados se encuentran determinados por la interacción de cuatro elementos: las condiciones de los factores, que abarca a las infraestructuras como uno de sus insumos, las condiciones de la demanda, los sectores conexos y auxiliares, así como la estrategia, estructura y rivalidad interior de las empresas. Atendiendo al primer elemento, la dotación y el rango de los componentes humanos, naturales, de conocimiento, de capital y de infraestructura se estimarían como relevantes para alcanzar la competitividad, por lo que sería fundamental crear recursos generalizados, como las redes viales, y recursos avanzados, que comprenden a las infraestructuras de transporte. La existencia de desventajas en alguno de estos campos constituiría un estímulo para innovar, originándose, así, una ventaja competitiva. El Estado debería crear el entorno para que las empresas puedan mejorar las ventajas competitivas. Los esfuerzos de las políticas públicas se tendrían que dirigir a la ampliación de la base productiva en infraestructura física, telecomunicaciones y capital humano, al estímulo de la innovación tecnológica y a la incorporación de la creatividad y el conocimiento en las actividades productivas. La provisión de un marco institucional y de servicios eficientes eliminaría los obstáculos endógenos y exógenos en las empresas. De esta forma, se propiciaría la competitividad estructural, que implica reconocer no sólo que la competitividad empresarial refleja las prácticas gerenciales, sino que también deriva del vigor y eficiencia de la estructura productiva de una economía nacional, su infraestructura técnica y otros factores que determinan las externalidades sobre las cuales se construyen las empresas.

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