jueves, 22 de diciembre de 2011

hojas desparramadas

Nosotros no somos diferentes, ellos no son diferentes, ellos sí son diferentes de nosotros.

No eres diferente a mí así estés en el otro extremo del planeta, ambos buscamos aproximadamente lo mismo, probablemente lo nombramos con palabras diferentes con signos diferentes, probablemente nos lleguen calidades diferentes





pero no eres diferente a mí así te encuentre en el extremo que denominan desarrollado así habites como yo algún punto de las vasta geografía que llaman emergente, no eres diferentes a mí que además de nacer o morir quiero lo mínimo para que mi integridad no se vea alterada locuras, certezas, prudencias









por cuenta propia




globalizados





comer dormir tranquilo estar limpio saludable, eso es más o menos igual así estés parado en una calle importante de Londres o en un sinuoso camino en el chaco salteño, no eres diferente a mí así ellos te hayan hecho creer que te ganaste el purgatorio antes de partir, te mintieron igual que





a mí por acá todo es vida terrenal no hay purgatorios posible así el confort
seguiremos luchando,






cada uno como pueda







ellos dan clases en universidades del mundo nosotros seguiremos caminando











nosotros somos iguales ellos también lo son pero somos diferentes a ellos y ellos son diferentes a nosotros, menos mal









y el lujo exagerado te den toda la sensación de haber llegado, no eres diferente a mí como ellos no son diferentes entre ellos, aunque ellos son diferentes a nosotros, esos que se aprovechan de los que no decimos nada mientras los demás les roban a los demás es decir a nosotros, que no somos diferente,






así estés en Alaska o en la isla Robinson Crusoe en Chile. somos iguales, pero tan distintos









Ileana: la Galaxia de Andrómeda, a 700.000 años luz, que se puede mirar a simple vista en una noche clara, está más cerca que tú. Otros ojos solitarios estarán mirándome desde Andrómeda en la noche de ellos. Yo a ti no te veo. Ileana: la distancia es tiempo, y el tiempo vuela. A 200 millones de millas por hora el universo se está expandiendo hacia la Nada. Y tú estás lejos de mí como a millones de años. Ernesto Cardenal
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina, teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café, y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja. Máxime sabiendo que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina, como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.






Creo que sospecharás esto que ocurre, como yo te presiento a la distancia en tu ciudad, volviendo del paseo donde quizá juntases la misma florecita, un poco por botánica, un poco porque aquí, porque es preciso que no estemos tan solos, que nos demos un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.
Hablen, tiene tres minutos De vuelta del paseo donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento, y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo donde bailaba un oso luna, en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel y sé que estaré solo en la ciudad más poblada del mundo.

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