lunes, 17 de diciembre de 2012

En primera persona

Desangrados. Igual que en la vidriera irrespetuosa. Sangrar por la herida, es una de las expresiones que se pueden aplicar a ciertos síntomas que aparecen en los tipos en algún momento, en algunos tipos, en sus conductas en sus comportamientos, a los mercenarios de la información por ejemplo que son esos que pretendidamente filtran información que presuntamente deberían optimizar para largarla al ruedo que significa transmitirla a otros para las decisiones de los otros especialmente las decisiones económicas, información que debería ser lo más transparente que se pueda para decisiones que repercuten con costos o beneficios no solamente particulares sino también con costos o beneficios sociales, sangran esos que comunican sin el zarandeo que hay que dar a la comunicación cuando es parte de un negocio, de un negocio corporativo y de alta gama, porque sino la información se convierte en subjetiva más que en objetiva en sesgada más que en imparcial, o sea esos tipos están heridos por sus prejuicios y resentimientos y encima están transmitiendo información relevante, no interesan ni las opiniones ni los análisis de quienes ponen a circular la información asimétrica que con esa categoría distorsiona aún más los mercados que de por sí están sumamente descalibrados, sangrar por la herida es la expresión, una de las expresiones que se pueden aplicar para explicar las conductas de estos informadores “heridos” en los momentos anteriores a cuando suministran la información con la peor herida, la que se hace no con un arma de fuego ni con un arma blanca la que se hace con el dinero, que compra opiniones y en todo caso en algunas oportunidades por estas compras baratas de corromper a alguno de esos que a sí mismos se llaman periodistas, compra voluntades masivamente, también la opinión pública se compra, y encima a bajo precio. Por lo menos por acá. Capital que queda prisionero en el país (¿el capital queda prisionero, se mete en cana al capital?) En el primer semestre del año, mientras la Argentina nacionalizaba el 51% que Repsol tenía en YPF, recibía un 42% más de inversión extranjera directa, unos 5388 millones de dólares. El alza responde a que las empresas foráneas no pueden comprar divisas para girar utilidades al exterior (acá está el sangrado principal, una parte al menos porque también por esto se quejan los particulares que en tramos de doscientos trescientos dólares por mes destruyen la economía interna porque son miles los “vivos”, el otro día un periodista más o menos independiente concluía, que si se suspende lo que exageradamente se llamó el cepo cambiario se terminan las tensiones sociales actuales lo que es absolutamente cierto). No hay una regla definida, salvo en el caso de los bancos, por orden del Banco Central y para preservar su capitalización en medio de la crisis financiera europea, pero en los hechos la veda rige para todos los sectores de la economía. Al no poder enviar las ganancias a sus casas matrices, las multinacionales se ven en la obligación de reinvertirlas. Claro que la inversión extranjera directa (IED) es un concepto distinto del de la inversión bruta interna fija (IBIF), que se analiza en el texto principal de esta nota. La IED incluye también compras de activos como empresas, el pase de manos al capital extranjero, que es un concepto no incluido en la IBIF. "Lo importante es la IBIF, que es la que empuja a crecer. La IED muchas veces es un traspaso de papeles, como pasó en los 90", opina Ramiro Castiñeira, de Econométrica. En 1999, cuando Repsol compró YPF, la Argentina batió su récord de inversión extranjera, al alcanzar los 22.257 millones de dólares, y se situó así, en América latina, sólo por debajo de Brasil, con 26.886 millones de dólares. En otros años de esa década, la Argentina superó en la materia al gigante sudamericano y quedó únicamente por detrás de México. En la primera mitad de 2012, pese al ascenso del flujo, se encontró, al igual que en los últimos años, por debajo de Brasil (43.175 millones), Chile (12.275 millones), México (9622 millones), Colombia (7798 millones) y Perú (5440 millones de dólares). Es cierto que también en los 90 los niveles máximos de inversión bruta interna fija se lograron en 1994 y 1998, y fueron de solo el 20%, menos que este año. De todos modos, tampoco se puede desdeñar la inversión extranjera siempre y cuando contribuya "a desarrollar sectores estratégicos, transformar la estructura productiva, acumular conocimiento y contribuir al incremento y la calidad del empleo", según advierte la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que dirige la mexicana Alicia Bárcena. Algunas filiales de multinacionales giraron a sus casas matrices una parte menor de sus utilidades mediante el mecanismo legal del contado con liqui, pero han asumido una pérdida de más del 30% del valor del peso (el dólar oficial cotiza a $ 4,88 y el que se fuga mediante la compra de bonos que se liquidan en el exterior está a 6,54). Pero la mayoría del dinero se reinvirtió, ya sea en colocaciones financieras como plazos fijos, en compra de propiedades o, en ciertos casos, en ampliar o modernizar la producción.

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