miércoles, 26 de diciembre de 2012

En primera persona

Sub sumisiones. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, son más noticias los gestos más pelotudos de Messi que los niños que no tendrán ni alimentos en estas navidades ni tampoco después, pero bueno, eso es lo que hay tipos que se repiten a sí mismos que son periodistas y no pasan de informadores de cuarta categoría, de espíritu de navidad nada pero nada, sin hacernos cargo de los resultados negativos porque cuando hay méritos andamos todos para las fotos y los reportajes algo que repito siempre, pero el síntoma que nos condena es justamente ese no hacernos cargo ni en público ni en en privado de nuestras soledades en todos los casos siempre concluimos que somos los buenos de una película que es ordinaria y mala, convivimos con el que decide remarcar precios de alimentos básicos centavos tras centavos mientras le echa la culpa al gobierno con el que trabaja de sol a sol para poder dar una vida aproximadamente a sus familiares nosotros que apenas pasamos de pelagatos, con lo que hacemos no alcanza si no hacemos algo más que eso por ejemplo no entregarse totalmente al funcionamiento de un sistema perverso donde el mismo que explota o roba comulga en la misa del gallo o recibe sus bendiciones junto con el que se ve privado del pan mínimo y los curas que administran esos sacramentos mirando para otros lados, no alcanza con ese tipo de solidaridades estereotipadas y folclóricas, no hay desprendimiento en dar de lo que me sobra siempre y nunca dar de lo que me falta falsa magnanimidad es si la distancia de ingresos entre el que más tiene y el que menos tiene es como de veinticinco veces, son rasgos de inexistencias de respetos y de sinceramientos, humillamos a los humillados a los que nos humillan y a los que no nos humillan. “Querido Papá Nuel, a mí me gusta que me regales una pistola de agua y una pelota de cuero”. Debajo del pedido, Nico, de 10 años, dibujó con lápiz negro los regalos que le encargó al gordinflón de barba cana para esta Navidad. Como él, 850 chicos de seis comedores y dos hogares de San Miguel, Morón y José C. Paz escribieron sus cartas y en la víspera de la Nochebuena se encontraron rompiendo coloridos envoltorios que contenían justo eso que esperaban. Eran regalos nuevos, especialmente comprados para ellos por cientos de papá noeles que apostaron a cumplir los sueños de nenes y nenas que “suelen estar muy acostumbrados a la solidaridad en masa: todos la misma comida, todos el mismo regalo”. La que habla es Pilar Medina, una profesora de Literatura de 32 años, impulsora de Pequeños Puentes, la iniciativa que en poco más de un mes motorizó la compra y distribución de una gigantesca montaña de juguetes. Unos 100 alumnos de la Escuela Integral Jorge Luis Borges y del Instituto Cultural Roca no tardaron en prenderse (“casi todos levantaron la mano cuando les pregunté si se querían sumar”). También padres y 10 docentes. Divididos en grupos fueron a visitar los comedores y hogares donde se juntaron con los chicos y les ayudaron a escribir las cartitas. Después, las repartieron entre familiares y amigos que serían los encargados de que los deseos se materialicen. Algunos pedidos encontraron padrinos a través de Facebook. La condición ineludible: que los regalos no sean usados. “Un regalo nuevo supone mucho más que plata; supone tiempo, dedicación y un momento de elección del mejor regalo posible. No es lo que me sobra lo que doy, no es lo que ya no uso. Es el regalo que yo le haría a mi hijo. Y para el niño es sentir que alguien lee, alguien escucha, en definitiva, que a alguien le importa”, continúa Pilar. El viernes 21 los saqueos en algunos puntos del Conurbano amenazaban con frustrar la cita en el comedor La Ranita Feliz, del barrio Trujui, en San Miguel. Imposible. La ansiedad era tanta que nada justificaba postergar la fiesta. La mesa estaba preparada. Sobre el mantel de motivos frutales había sanguchitos, budines, galletitas y gaseosas. El olorcito a comida asaltaba al olfato al cruzar la puerta. La música animaba la fiesta. El arbolito esperaba los regalos. Y los chicos más.

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