domingo, 30 de diciembre de 2012

En primera persona

Vaciedades. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, cerca de mil millones de niños no comen diariamente y otros en el otro extremo están como Midas se regodean en riquezas inmoralmente constituidas, como por acá los que arman manifestaciones y movilizaciones masivas con el argumento que los del gobierno son unos desconsiderados por haber puesto un cepo cambiario al intercambio de divisas y más precisamente de pesos por dólar, manera elegante de llamarle a la burda especulación por la cual destrozando los equilibrios macroeconómicos del país algunos entran en la ilusión de ilusorios equilibrios microeconómicos, con los siguientes obvios y estúpidos argumentos que encima son avalados por los obvios y estúpidos economistas nuestros de cada día que los costos particulares de financiación por compra de divisas en el mediano plazo serán menores a los beneficios una vez que por los pedidos a San Jorge aumente el valor de la divisa, codiciosos que no terminan de entender que el costos social por restar recursos monetarios del sistema es inmensamente mayor al beneficio social que los movimientos compensatorios que puedan ponerse en funcionamiento por las políticas públicas. Midas fue un rey de gran fortuna que gobernaba en el país de Frigia. Tenía todo lo que un rey podía desear. Vivía en un hermoso castillo rodeado de grandes jardines y bellísimas rosas. Era poseedor de todo tipo de objetos lujosos. Compartía su vida de abundancia con su hermosa hija Zoe. Aún repleto de riquezas, Midas pensaba que la mayor felicidad le era proporcionada por todo su oro. Comenzaba sus días contando monedas de oro… se reía… se reía y tiraba las monedas hacia arriba para que les cayeran encima en forma de lluvia! De vez en cuando se cubría con objetos de oro, como queriéndose bañar en ellos, riendo feliz como un bebé. Cierto día, el dios de la celebración, Dionisio, pasaba por las tierras de Frigia. Uno de sus acompañantes, de nombre Sileno, se quedó retrasado por el camino. Sileno, cansado, decide dormir un rato en los famosos jardines de rosas. Allí lo encuentra Midas, quién lo reconoce al instante y lo invita a pasar unos días en su palacio. Luego de esto lo llevó junto a Dionisio. El dios de la celebración muy agradecido por la gentileza de Midas, le dijo: “Me has dado tal placer al haber cuidado de mi amigo que quiero hacer realidad cualquier deseo que tengas”. Midas respondió inmediatamente: “Deseo que todo lo que toque se convierta en oro”. Dionisio frunció el entrecejo y le dijo: “Seguro que deseas eso?”. A lo que Midas respondió: “Seguro, el oro me hace tan feliz!” Finalmente, Dionisio contesta reacio: “Muy bien, a partir de mañana todo lo que toques se transformará en oro”. Al siguiente día, Midas, se despertó ansioso por comprobar lo que Dionisio le había prometido. Extendió sus brazos tocando una mesita que de inmediato se transformó en oro. Midas, saltaba de felicidad! Y continuó comprobando… tocó una silla, la alfombra, la puerta, la bañadera, un cuadro y siguió corriendo como un loco por todo su palacio hasta quedar exhausto y al mismo tiempo contentísimo! Se sentó a desayunar y tomó una rosa entre sus manos para respirar su fragancia. Pero… al tocarla se había convertido en un frío metal. “Tendré que absorber el perfume sin tocarlas, supongo”, pensó desilusionado. Sin reflexionar, se le ocurrió comer un granito de uva, pero casi se quebró una muela por morder la pelotita de oro que cayó en su boca. Con mucho cuidado quiso comer un pedacito de pan, sin embargo estaba tan duro lo que antes había sido blandito y delicioso! Un traguito de vino, quizás… pero al llevar el vaso a la boca se ahogó tragando el oro líquido! De repente, toda su alegría se transformó en miedo. Justo en ese momento, su querida gatita saltó para sentarse con él, pero al querer acariciarla, quedó como una estatua dura y fría. Midas se puso a llorar: “Sentiré solamente cosas frías el resto de mi vida?”, gritaba entre lágrimas. Al sentir el llanto de su padre, Zoe se apresuró para reconfortarlo. Midas quiso detenerla pero al instante una estatua de oro había quedado a su lado. El rey lloraba desconsoladamente. Finalmente levantó los brazos y suplicó a Dionisio: “Oh, Dionisio, no quiero el oro! Ya tenía todo lo que quería! Solo quiero abrazar a mi hija, sentirla reir, tocar y sentir el perfume de mis rosas, acariciar a mi gata y compartir la comida con mis seres queridos! Por favor, quítame esta maldición dorada!” El amable dios Dionisio le susurró al corazón: “Puedes deshacer el toque de oro y devolverle la vida a las estatuas, pero te costará todo el oro de tu reino” y Midas exclamó: “Lo que sea! Quiero a la vida no al oro!” Dionisio entonces le recomendó: “Busca la fuente del río Pactulo y lava tus manos. Este agua y el cambio en tu corazón devolverán la vida a las cosas que con tu codicia transformaste en oro”. Midas corrió al río y se lavó las manos en la fuente, agradecido por esta oportunidad. Se asombró al ver el oro que fluía de sus manos para depositarse en la arena del fondo de la fuente. Rápidamente, llevó una jarra de agua para volcar sobre Zoe y rociar a la gata. Al instante, sonaba en el silencio la risa y la voz musical de Zoe y el ronroneo de la gata. Muy contento y agradecido salió Midas con su hija para buscar más agua del río Pactulo y así poder rociar rápidamente todo lo que brillaba de oro en el palacio. Gran alegría le proporcionó a Midas el observar que la vitalidad había retornado a su jardín y a su corazón. Aprendió a amar el brillo de la vida en lugar del lustre del oro. Esto lo celebró regalando todas sus posesiones y se fue a vivir al bosque junto con su hija en una cabaña. A partir de lo ocurrido, jamás dejó de disfrutar de la auténtica y verdadera felicidad. En medio de la crisis, Suiza se enriquece fabricando oro en lingotes, Suiza controla el negocio mundial de refinación de oro, las tranquilas colinas del sur de Suiza son famosas por sus palmeras, su vino y la cultura que sus pueblos comparten con la vecina Italia, cuatro de las refinerías de oro más grandes del mundo se encuentran en Suiza, tres de ellas en el cantón sureño de Ticino, aunque no hay minas de oro suizas, se estima que dos tercios del oro del mundo se refinan en este país, "los grandes bancos suizos eran los dueños de las refinerías. Durante la Segunda Guerra Mundial, debido a la gran cantidad de oro que se almacenaba en Suiza, los bancos decidieron crear sus propias refinerías para producir lingotes”, hoy los bancos ya no son dueños de las refinerías, pero la refinación y la producción de lingotes de oro están en pleno auge, en 2011, el último año para el que hay cifras disponibles, Suiza importó más de 2.600 toneladas de oro en bruto, con un valor de US$103.000 millones, e una sala, el mineral fundido se vierte en moldes para hacer barras de oro que pesan 12,5 kg, el precio del oro se aproxima hoy a alrededor de US$1.700 dólares la onza, como hay 32 onzas troy en un kilogramo de oro, un solo lingote vale US$680.000, hay barras de oro de 50g hasta la variedad de 12.5kg, a pesar de toda la discusión acerca de una recesión económica mundial, o quizás debido a ello, el mercado del oro está en auge, "desde la crisis financiera de 2008, el oro se ha popularizado", dice el gerente de la refinería, Mehdi Barkhordar, "el oro es un tipo de inversión que usted compra y guarda", "está ahí para una razón, crisis o guerra particular, en esos momentos es absolutamente valioso, en cualquier parte del mundo", desde la introducción del proceso de certificación de Kimberley para los diamantes, diseñado principalmente para asegurar que los diamantes se compren sólo de fuentes registradas que no estén relacionadas con conflictos, se han dado pasos para introducir un proceso similar para el oro, Barkhordar ha participado en la elaboración del proceso de certificación London Bullion Market Association's Responsible Gold Guidance, conocido como LBMA, por sus iniciales en inglés.

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