sábado, 15 de diciembre de 2012
En primera persona
Conciencias.
información asimétrica.
si la noticia como titular en su momento fue la imposición del cepo.
ahora la noticia como titular debería ser el levantamiento del cepo.
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches.
Una vez más usaremos el hemisferio cerebral que más a menos tenemos a mano el izquierdo que es el emocional que es el que nos lleva a llorar a sentir como propias las responsabilidades que no son propias y a renegar de las decisiones ajenas cuando no nos favorecen como si fuéramos personas que estamos en posiciones de favorecimientos perpetuos, una vez más no comentaremos más sobre las novedades en el mercado cambiario de lo que anteriormente siguiendo las opiniones de los opinadores se llamó el famoso y ponderado cepo cambiario que en buena hora con el nombre que se le quiera dar en adelante cerró parcialmente el drenaje de ingresos por sustituciones de activos nacionales por activos externos, una vez más seguramente pensaremos mal de los que deciden en el gobierno más de lo que pensaremos mal de otros que igualmente se equivocan en sus decisiones que en algunos casos tienen efectos peores que los propios efectos de las decisiones, una vez más minimizaremos cuando los que tienen la manija deberían haber potenciado las restricciones justo ahora en coincidencia con la segunda temporada que entraremos a vivir sin este curro que destroza todos los equilibrios macroeconómicos que haya en el sistema.
Por la llegada de las vacaciones, el Banco Central de la República Argentina permitirá que se pueda comprar moneda extranjera en efectivo. La decisión la tomó ayer el Banco Central para permitir el pago de operaciones cambiarias que sean para viajes de turismo y para gastos de estudio en el exterior. Según informa hoy el diario El Cronista, el directorio del Central resolvió dar marcha atrás con una traba burocrática hecha para desincentivar la compra de moneda extranjera. La definición está basada en la cercanía de las vacaciones. Esta resolución también permitirá a las casas de cambio recuperar algo del terreno perdido desde que se instaló el cepo cambiario y que generó el cierre de muchas de éstas.
Daniel Kahneman: Pensamiento rápido y lento
Dos sistemas, un sólo cerebro
No intentes resolver este acertijo y procura emplear la intuición:
Un bate y una pelota cuestan $1.10
El bate cuesta un dólar más que la pelota.
¿Cuánto cuesta la pelota?
La respuesta de 10¢ se presenta como una intuición rápida, potente y atractiva, pero es incorrecta. Para llegar a la solución correcta, 5¢, muchos tendremos que recurrir al lápiz y al papel, transformando el acertijo en una ecuación matemática. Tendremos que recurrir a la forma más lenta y fatigosa de pensar que permite nuestro cerebro. Algunos psicólogos consideran que este tipo de test es un predictor más válido sobre la inteligencia que los test sobre cociente intelectual corrientes. En este caso, nos sirve para ilustrar que las intuiciones pueden ser erróneas, no importa lo poderosas que parezcan.
Aunque tenemos una sola mente, no tenemos una sola forma de decidir. Daniel Kahneman propone entender la toma humana de decisiones partiéndola en dos “sistemas” principales. El Sistema 1 es un esclavo de las emociones y actúa “rápida y automáticamente, con pequeño o ningún esfuerzo y sin el sentimiento de un control voluntario.” El Sistema 2, por contra, funciona como un agente racional que “concentra con esfuerzo la atención hacia las actividades mentales que así lo demandan, incluyendo las computaciones complejas. Las operaciones del Sistema 2 están asociadas a menudo con la experiencia subjetiva de la agencia, la elección y la concentración.”
La mayoría de nuestros juicios diarios son obra del Sistema 1, ocurren de forma automática, intuitiva y emocionalmente, y nos permiten desenvolvernos de forma razonable en nuestra vida práctica. Pero el Sistema 1 también genera todo tipo de intuiciones erróneas con consecuencias triviales o catastróficas. Solamente cuando entra en juego el Sistema 2, postergando las gratificantes sugerencias del sistema emocional, y sólo tras invertir un gran esfuerzo cognitivo, podemos intentar resolver los problemas difíciles o contra intuitivos.
Kahneman sugiere que examinemos la naturaleza de la racionalidad a través de sus errores más que a través de sus triunfos. Estos errores o sesgos cognitivos tienen la virtud de aparecer de forma inadvertida para nuestra mente consciente. Tienen además un carácter irresistible en los seres humanos psicológicamente sanos y se dan sistemáticamente si concurren las circunstancias adecuadas. Para poner algunos ejemplos (la lista de errores cognitivos sistemáticos es bastante grande), la ilusión de causalidad se da de forma natural cada vez que inferimos erróneamente que dos eventos naturales están intencionalmente relacionados entre sí (el experimento de Heider y Simmel es una temprana ilustración experimental de este principio), un descubrimiento que arroja mucha luz sobre el origen del pensamiento religioso. El efecto Halo ocurre cuando tendemos a atribuir características excesivamente positivas o negativas en una persona basándonos en pistas parciales pero emocionalmente atractivas, lo cual ayuda a explicar por qué el público ama irracionalmente a las estrellas de cine, o por qué hemos convertido a Steve Jobs en una especie de santo laico. La ilusión de validez afecta particularmente a los expertos en entornos difícilmente predecibles, como la política y las finanzas, provocando un exceso de confianza en predicciones infundadas y poniendo serias dudas sobre la eficacia de reputados especialistas y “pundits” mediáticos.
El Sistema 1 está preparado para creer, no para dudar y tiene tanto miedo de la incertidumbre y del azar que a menudo salta rápidamente a conclusiones precipitadas pero capaces de convertirse en buenas historias. Este hecho psicológico ayuda a entender por qué el fanatismo y la seguridad dogmática a menudo se sustentan en la ignorancia, o en evidencias claramente insuficientes, y por qué el escepticismo (una ardua operación del Sistema 2) sigue siendo tan costoso e impopular.
No es sólo la inteligencia, sino la racionalidad, es decir, la capacidad para amonestar a la parte más vaga de nuestro pensamiento, la propiedad que es realmente capaz de desvelar, y en algunos casos domar, los sesgos cognitivos naturales. Desde esta perspectiva, una persona “racional” no es ya aquella que tiene una visión del mundo más consistente, ni mucho menos la que es capaz de contar mejores historias. Tampoco es más racional quien rechaza las emociones en nombre de una inexistente razón desencarnada, sino aquella persona que es capaz de examinar sus propios prejuicios y de asumir que errar es natural. Una difícil empresa que, al fín y al cabo, hubiera firmado el mismo Sócrates: “Una vida sin examinar no merece ser vivida.”
Francis Bacon decía: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”.
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