La misma lógica autoritaria de
considerar que las legalidades son legitimidades, la misma lógica del
despotismo y la arbitrariedad que sirve para trazar la identidad dentro lo que
se supone que es legal en una interpretación extremadamente subjetiva, y la
legitimidad, claramente más objetiva, de eso que alguien interpreta como que es
legal cuando para que sea legal algo basta con que un grupo cualquiera de
ciudadanos teóricamente convalidados con el voto particular lo confirme
levantando sus manos, lo que no quiere decir legitimidades, porque si así fuera
no hubieran existido las guerras, absolutamente ilegítimas interpretadas en los
escenarios globales, más otras aberraciones que se cometieron en las
transposiciones o extrapolaciones de un
juez corrupto cagándose en una soberanía nacional, es la lógica que
aplicaron reiteradamente los sostenedores de las mayores tensiones del
capitalismo global que no termina de definirse en esas dialécticas permanentes
entre el derecho público y el derecho privado y entre las entidades públicas de
derechos públicos y las entidades públicas de derecho público y de las
entidades privadas de derechos públicos y las entidades privadas de derecho
privado, todas concepciones de mentes torcidas para confundir en esa frontera
sutil entre los legal u lo ilegal entre los legítimo y lo ilegítimo,
manteniendo status quo que definitivamente pasaron de modas.
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