La misma lógica que en las usinas
de poder utilizan para criticar al estado inmiscuyéndose en lo que,
protocolarmente, llaman ámbitos privados, la misma lógica que utilizan esos que
toman a la justicia como de su propiedad o formando parte de sus patrimonios,
la misma lógica de los carroñeros que vivieron y pretenden seguir viviendo no
solamente de los que destruyen sino del producido de sus destrucciones que es
como el consumo de la sangre de los que ya murieron, la misma lógica de la
confusión del poder arrogándose derechos que son antes universales que
individuales, de regencia, de control sobre los actos de otros como gendarmes
del orden, sobre las acciones o las decisiones de los demás, la misma lógica
que la sinarquía global, la auditoría de los prolijos autoproclamados, utiliza
para borra al estado para sustituirlo con lo que llaman mercados que son los
mismos integrantes notables de esa sinarquía, es la lógica que por la aldea
tendríamos que utilizar, para criticar al corporativismo enfermizo de los
privilegiados y poderosos dueños del capital financiero, inmiscuyéndose en las
cuestiones del estado o en las cuestiones públicas, porque, qué o quién
establece, que está mal que el estado se meta a ver los contratos entre
privados, y que está bien que la corporación se meta a ver los contratos
públicos, son analogías que aunque hayan tratado poco los filósofos no tienen
porque no tener entidad.
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