Ese mismo capitalismo que es un
sistema donde se forman profesionales para que los profesionales ayuden a los
ciudadanos comunes a degradar sus declaraciones juradas sus compromisos
naturales a mentirle al estado a no cumplir cabalmente sus obligaciones, donde
se forman profesionales de varias profesiones que dan cátedras de cómo hay que
desmontar al propio estado que está constituido por los mismos ciudadanos que
lo degradan, entre ellos los contadores que entre otros engendros inventaron
ese insustancial concepto de la llave de negocio, remota denominación asignada
a cualquier entidad real o potencial que sirva para cobrar un sobreprecio que a
veces multiplica por dos o por tres los precios, naturales también de los que
se compra de lo que se vende, llave de negocio que constituye el espectacular
curro que permite duplicar o triplicar las ganancias de los mismos que les
pagan a los contadores igual que a los abogados y a los notarios que se
contratan para trapisondas varias que se hacen siempre en el nombre de la
formalidad y de todas las virtudes que no se cumplen. Ese mismo capitalismo que
se repite una y otra vez a lo largo de la historia misma de esa larga historia
de la llave de negocio curiosa entidad por la que los presuntos decentes se
olvidan lenta aunque inexorablemente de la necesaria mensuración mesurada de
los bienes y servicios que circulan por la economía.
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