Y si actuamos como tarados
después no nos enojemos cada vez que parezca que alguien nos toma de tarados y
nos hace cualquier cuento del tío, esta es la tara, y los ejemplos irrefutables
que sembramos a lo largo de nuestra accidentada historia son muchos variados y
palpables, entre los cuales, los últimos al menos, fueron los apoyos
incondicionales de la población civil a los militares que se entronizaron en el
poder en mil novecientos setenta y seis aunque ahora nos hagamos los reverendos
pelotudos, las salpicadas de patrioterismo de los ochenta cuando mandamos al
paredón a cerca de tres mil chicos por culpa de un borracho irresponsable, o
las sobreactuaciones de dos mil uno con el fruto de nuestra más boludas
especulaciones financieras más allá de la responsabilidad que en eso le cupo al
impresentable de cavallo así con ve corta, y si somos tarados a la hora de
votar y votamos mal lo que corresponde es que banquemos como bancan los machos
en el amplio sentido de la palabra que acepta dentro de esta categoría a las
hembras más pintadas, ahora nos reímos por ejemplo que el gobierno en algún
lado descubrió un menú de tres pesos y nos rasgamos las vestiduras con
argumentos variopintos opinando de un menú que no costará los tres pesos que
“ellos” dicen ni los ochenta pesos que los “petiteros” dicen y que la verdad en
este rollo está en un promedio más cerca de los tres que de los ochenta pesos y
que sobre esta realidad y el capricho morboso pegajoso y reiterativo de echarle
las culpas que son nuestras a los gobiernos no arreglaremos nada esa patología.
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