La misma lógica que sustenta el
dicho popularizado de que los pueblos tienen el gobierno que se merecen, la
misma lógica de asegurar por extensión que los pueblos tienen la prensa que se
merecen, la misma lógica que hace de soporte a la razón que los receptores
están mimetizados con las mañas de los emisores y que entonces son como dicen
los abogados como partícipes necesarios, en la generación y en la circulación
en la gestión de una información que es asimétrica e ineficiente, la misma
lógica de la complicidad tácita más en las malas que en las buenas en estos
casos, avalando con asentimiento silenciosos, acompañando con el silencia las
aberraciones que circulan, es la lógica que utilizan los comunicadores
inmorales nuestros de cada día que, cuando no tienen novedades para hablar mal
de los gobiernos de turno, pintan de amarillo las pantallas y los papeles de
los periódicos elevando al status de novedades relevantes accidentes personales
o lo que es peor los estados del tiempo o las condiciones meteorológicas que
además de mostrar las insustancialidades de sus deficitarios trabajos,
retroalimentan los circuitos de empobrecimientos morales y culturales que nos
caracterizan en la aldea, somos iguales a ellos, incorregibles por decirlo
suave como Borges, impresentables por decirlo groseramente, como cuando le
ponemos las responsabilidades del aumento al gobierno cuando su papel en esto
es complementario.
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