La misma lógica del esteticismo
clásico que muchos ubican en el siglo pasado de las concordancias entre la
acción el lugar y el tiempo del la misma como condiciones de la representación
de una realidad en la que se potencia el drama como principal atributo de un
escenario con despliegue humano, la misma lógica de la dramaturgia como
proposición de una exposición de un nudo o de un desenlace que conducen
inexorablemente a una consumación irreversible y trágica o un poquito menos que
trágica para evitar las sinonimia entre drama y tragedia que guardan sutiles
diferencias de cualidades, es una lógica que habitualmente aplicamos en la
aldea con los inconvenientes personales de los cuales hacemos como una
dramaturgización del drama personal y todo lo vemos con ese eje lo que nos
quita radios de visiones porque al final de tanto fijarnos en los propios
terminamos por no ver los inconvenientes de los prójimos que bien nos haría
para muchos aspectos de la vida en común, como es el caso de la inflación
evento del que cualquiera se cree al margen de su generación cuando en realidad
además de venir de los atorrantes de donde proviene – léase nuestros notables
mal llamados empresarios, ladrones con buena ropa – depende de cada uno de los
que avalamos los aumentos de precio en cada situación de intercambio adonde
cedemos a los que nos agraden.
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