sábado, 10 de mayo de 2014

Desmitificaciones, mimetizaciones.


La misma lógica de absorber los contextos o las personalidades insertas en esos contextos pagando el costo de perder espacios de la propia personalidad, la misma lógica de dejar que te pisen la cabeza mientras pones actitud de otario, la misma lógica de los trastornos conocidos como síndrome de Zelig o síndrome del espejo, complementario más para las mujeres que para los varones, la misma lógica de la mimetización de la película de Allen, de un episodio de House, del famoso camaleón y del perro del hortelano, y de sus distintas versiones ortodoxas y heterodoxas en sus amplias acepciones, es la que tiene que primar entre las paranoias más importantes e inconfesables que caracterizan nuestro más preciado ser nacional, nuestro desperfecto en la identidad desbancada por la pérdida de la inhibición por trastornos en el lóbulo frontal, es la lógica por la que probablemente terminamos siendo lo que quieren que seamos, esos mismos que tienen nombres y apellidos que conocemos pero que de cagones no los nombramos, con la maldita explicación que ellos son los filántropos que crean fuentes de trabajos de buenos que son y que además han nacido para el talento y la herencia, escoria que explica la escoria de las mimetizaciones, el drama de hacerse el otro o de camuflarse con la coyuntura, como con la inflación por estos días en la convulsionada aldea, donde cualquier perejil con el título de economista anuncia un Apocalipsis que no llega.



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