viernes, 10 de febrero de 2012

hijas amarillas

INGREDIENTES

Aceite de oliva 3 cdas Cebollas 120 g Ajo 2 dientes Pimiento verde 100 g Pimiento rojo 100 g Calamares 300 g Tomates 200 g Vino blanco 125 cc Arroz grano medio 400 g Caldo de pescado 800 cc Hebras de azafrán Mejillones 300 g Almejas 300 g Camarones 200 g Vieiras 200 g Berberechos 200 g Langostinos 8 Arvejas 150 g Chauchas 150 g Pimientos rojos c/n Perejil Ají molido Sal Limón 1

PROCEDIMIENTO Rehogar la cebolla picada con el ajo y los pimientos, añadir los calamares, el tomate y el vino. Cocinar 20 minutos a fuego bajo. Incorporar el arroz junto al caldo y el azafrán diluido en el mismo. Cocinar 10 minutos e incorporar los mariscos crudos, luego los mariscos precocidos. Finalizar la cocción, condimentar con sal y ají molido y terminar añadiendo las arvejas y las chauchas previamente cocidas y los pimientos asados cortados en tiras junto al perejil picado. Apagar el fuego y dejar reposar la paella durante unos minutos. Servir en el mismo recipiente con unas rodajas finas de limón.


NGREDIENTES PARA 6 PERSONAS arroz, 600 gramos almeja, 500 gramos gamba, 300 gramos tomate maduro, 2 unidades pimiento verde, 1 unidad ajo, 2 dientes colorante alimenticio amarillo, al gusto perejil, al gusto pollo, 800 gramos calamares, 200 gramos cebolla pequeña, 1 unidad guisante congelado, 150 gramos pimiento morrón, 2 unidades azafrán, 10 hebras sal, al gusto aceite de oliva, 1/2 taza ELABORACIÓN Lavar las almejas en agua fría con sal; abrirlas en un cazo con 1/2 taza de agua, colar y reservar las almejas y el caldo por separado. Lavar los pimientos, quitarles las semillas y trocearlos.

Lavar el pollo y trocearlo. Lavar los calamares y cortarlos en tiritas. Pelar las gambas y cocer las cáscaras y las cabezas durante 10 minutos; colar y reservar el caldo. Calentar el aceite en una paella y freír el pollo hasta que se dore; agregar los calamares, saltear un par de minutos y añadir la cebolla muy picada, los pimientos, los guisantes y los tomates pelados. Rehogar todo durante 15 minutos. Incorporar el arroz, revolver y regar con el caldo caliente de las gambas y almejas (más agua), calculando el doble volumen que el del arroz. Hacer un majado con los ajos pelados, perejil y el azafrán y añadirlo a la paella, sazonar y agregar colorante al gusto y cocer 10 minutos a fuego vivo. Bajar el fuego y cocer unos 6-7 minutos a fuego suave. Al final de la cocción, agregar las gambas y las almejas.

Dejar reposar unos 3-4 minutos y servir enseguida. “Paella” es un término que se utiliza en castellano en todos los idiomas, demostrativo indiscutible de su valor internacional. La paella, ¿comida universal?. Al igual que todos los platos emblemáticos a nivel internacional, la paella ha sido fruto de las más peregrinas variaciones, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Pero empecemos por el principio.
La paella surge en las zonas rurales de Valencia, entre los siglos XV y XVI, por la necesidad de campesinos y pastores de una comida fácil de transportar y cocinada con los ingredientes que tuvieran a mano La paella surge en las zonas rurales de Valencia, entre los siglos XV y XVI, por la necesidad de campesinos y pastores de una comida fácil de transportar y cocinada con los ingredientes que tuvieran a mano o, simplemente, que tuvieran. Así, en su origen, los ingredientes de la paella eran las aves, el conejo de campo, las verduras frescas al alcance, arroz, azafrán y aceite de oliva, que se mezclaban con el agua y se cocinaban a fuego lento, con un fuego efectuado con leñas de rama de naranjo, las cuales le otorgaban un sabor y un aroma característicos. No existen documentos históricos que señalen exactamente el origen de la paella marinera, pero sí que es la alternativa costera a la paella campesina, hecha a base de sepia, calamares, cigalas, langosta, almeja, o cloxina (variación mediterránea del mejillón, pero más pequeña, fina y sabrosa).


Y nada de paellas mixtas. La paella mixta es un invento posterior, una de esas variaciones esperpénticas referidas. Aún así, ha logrado imponerse en casi todas las mesas, haciendo los horrores de todos los valencianos. Y, de hecho, la imposibilidad de una paella mixta reviste una lógica aplastante. ¿Qué iba a hacer un campesino del interior con una langosta en la mano o un pescador con un conejo bien limpio y bien dispuesto para cocinar?. Cuando lo que se necesitaba era una comida nutritiva que pudiera transportarse a lomos de un animal de carga, no parece que se estuviera pensando demasiado en las delicias del tele transporte. A menos que se crea en los milagros, claro. Y la historia de un milagro sí que surge junto a la historia de la paella o, si no un milagro, sí un enorme avance temporal que, aunque anecdótico, resulta significativo. En aquella Valencia, los varones no tenían ningún reparo en preparar, junto a las mujeres, esta paella original. A lo mejor es esta simbiosis lo que hace de la paella un plato tan valorado, a lo mejor, éste es el secreto mejor guardado de la paella, si se aceptan las especulaciones o un poquito de magia no documentada. Lo que sí está bien documentado es la forma exacta de preparar una paella: el origen exacto del plato se sitúa casi con seguridad en la zona arrocera próxima al lago de la Albufera.

Como en la mayoría de las recetas valencianas, el aceite de oliva y el azafrán son fundamentales para la elaboración del plato. Ya hemos dicho que la receta tradicional se realizaba con las carnes y verduras frescas disponibles en la región, en concreto, tavella y ferraura (dos tipos autóctonos de judía verde) y garrafón (una alubia plana y blanca), además de algunos caracoles. Para otorgarle más sabor al plato, además del azafrán, se suele añadir un poco de pimentón y unas ramas de romero.
Galimatías lingüístico El término “paella” procede del francés antiguo paele, que ha sido transformado en la actual poêle. La palabra “paella” comenzó a usarse en castellano como sinónimo de “arroz a la valenciana”, aunque, en principio, hace referencia al utensilio en el que se prepara El término “paella” procede del francés antiguo paele, que ha sido transformado en la actual poêle. La palabra “paella” comenzó a usarse en castellano como sinónimo de “arroz a la valenciana”, aunque, en principio, hace referencia al utensilio en el que se prepara, y no al plato en sí. En realidad, la paella es el recipiente donde se elaboran una gran cantidad de platos de la Comunidad Valenciana, como la propia paella, el arroz negro o la fideuá. Consiste en una sartén a la que se le ha quitado el mango, sustituyéndolo por dos asas, una a cada lado, que ayudan a afianzarlo. Su diseño favorece la evaporación del caldo, debido a su forma cóncava. A pesar de esto, fuera de la Comunidad Valenciana, se suele utilizar el término “paellera” para referirse a este recipiente.


Entre todos aquellos que lo utilizan sin saber que están aludiendo a una mujer que cocina paella y no a un utensilio específico, y aquellos que sostienen que dicho término es incorrecto para referirse al utensilio “paella”, lo cierto es que, actualmente, la RAE acepta ambas palabras como válidas.
La paella del domingo y la paella del jueves El origen de la paella del domingo resulta fácil de determinar y explicar, indisolublemente unido al elemento festivo. Menos clara está, sin embargo, la procedencia de la tradición de hacer paella los jueves, costumbre para la que se barajan dos hipótesis plausibles. La primera de ellas hace referencia al reparto tardío de pescado, que no llegaba a las poblaciones interiores hasta el jueves, día en el que se preparaba la cazuela de pescado con arroz.


La segunda hipótesis, sin embargo, alude a la época franquista, cuando algunas sirvientas “libraban” el jueves. Así, el miércoles por la noche, dejaban preparados todos los ingredientes, para que la “señora” de la casa, totalmente ajena a los secretos de la cocina, sólo tuviera que enfrentarse al arroz, mezclar y dejar reposar. En el Levante español, se narra una historia que data de la Guerra de la Independencia, acerca de un general francés. El general estaba tan impresionado por la paella, que hizo un trato con la mujer: por cada nuevo plato de arroz, liberaría a un prisionero español



Sea como sea, es indiscutible la fama de la paella a nivel mundial. Así, no es extraño que se lleguen a contar historias míticas, casi al mismo nivel de los cuentos de la mejor de las Sherezades en Las mil y una noches. En el Levante español, se narra una historia que data de la Guerra de la Independencia, acerca de un general francés, una paella, y nuestra Sherezade del arroz. El general estaba tan impresionado por la paella, que hizo un trato con la mujer: por cada nuevo plato de arroz, el general liberaría a un prisionero español. Tras soltar a ciento setenta y seis prisioneros, el general fue destituido y, aún así, seguía pidiéndole a la mujer más y más paellas. Probablemente esta historia no sea cierta. Pero eso no quita para que dé fe del arte culinario regional y de la destreza de sus gentes, para, partiendo de una anárquica improvisación gastronómica, haber llevado las excelencias de la paella hasta los más recónditos rincones del planeta. A partir de aquí, que cada cual se cuente su propio cuento.
De un blog de Asch “De las comidas españolas me gusta la paella, sobre todo cuando está bien hecha; es decir, cuando cada grano de arroz mantiene su individualidad.” Jorge Luis Borges (1899-1986) citado por Esteban Peicovich en ‘El Palabrista’ (Madrid, 1980). A Borges, como a su padre, le gustaba la paella, pero su plato preferido era mucho más sencillo. En su casa, en la mesa del Norte de la calle Charcas o en el Maxim’s de París, pedía lo mismo: arroz blanco con manteca y queso. Y si lo sentía sabroso, a punto, bien hecho, pensaba que, efectivamente, cada grano mantenía intacta su individualidad. Y, sí; era Borges.

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