lunes, 20 de febrero de 2012

hojas vacuas

LA FOTO SALIÓ MOVIDA

 Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos,

entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la biiletera llena de fósforos,







y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del télefono llena de música, y el ropero lleno de abonados,



y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías.







Así es que este cronopio se aflige horriblenrente y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo esta algo ladeado lo que ve es el paraguero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos,



cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para qué.




Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles.










«Que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupación esa paradoja, es la inocente voluntad de toda biografía.»





Del blogs los cuentos que yo cuento Un día, un padre de familia rica y muy acomodada, llevó a su hijo de viaje al campo, con el firme propósito de que el joven valorara lo afortunado que era de poder gozar de tal posición, y se sintiera orgulloso de él.















Estuvieron fuera todo el fin de semana, y se alojaron en una granja con gente campesina muy humilde. Al finalizar el viaje, de regreso ya a casa, el padre preguntó a su hijo: - “¿Qué te pareció la experiencia?”







- “Buena”, contestó el hijo con la mirada puesta en la distancia. - "¿Te diste cuenta de lo pobre que puede llegar a ser la gente?" - “Sí, papá” - “¿Y qué aprendiste, pues?", insistió el padre.








- “Muchas cosas, papá…que nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro… nosotros tenemos una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín… y ellos tienen un río sin fin, de agua cristalina,


donde hay pececitos y otras bellezas… que nosotros tenemos lámparas importadas para alumbrar nuestro jardín, mientras que ellos se alumbran con las estrellas y la luna…



que nuestro patio llega hasta la cerca, y el de ellos abarca el horizonte… que nosotros compramos nuestra comida...
ellos siembran y cosechan la de ellos… nosotros cocinamos en cocina eléctrica... ellos, todo lo que comen tiene ese glorioso sabor del fogón de leña… para protegernos, nosotros vivimos rodeados por un muro, con alarmas…



ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos… nosotros vivimos conectados al móvil, al ordenador y al televisor... ellos, en cambio, están conectados a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus labores agrícolas…


tú y mamá tenéis que trabajar tanto que casi nunca os veo… ellos tienen tiempo para hablar y convivir cada día en familia…" Al terminar el hijo el relato, el padre se quedó mudo. Entonces, su hijo añadió: - "¡Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos, y lo ricos que podemos llegar a ser!"

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