Sanatas.
Y son las sanatas decir todo sin
decir nada son lo mismo que hablar durante horas sin que se caiga una puta idea
como hacen la mayoría de los que conocemos por acá por la aldea anden por donde
anden, eso son abundancias de palabras para mostrar las escaseces son las
sanatas abundar en signos simbolismos entremeses para disimular ausencias
falsas neutralidades agotamientos desactualizaciones, necesariamente no son ni
malas ni buenas, son las sanatas, elementos de disuasión por medio del discurso
insustancial para escaparle a la perorata sustancial una cháchara de palabrerío
que parece coherente sin serlo que transmite erudición de quien la da sin que
necesariamente la tenga, las sanatas tienen alcances de solemnidades
lingüísticas sin serlo, su naturaleza no es natural es artificial con un
objeto, son las interlocuciones preferidas de los que por acá se entregan entre
ellos mismos distinciones y premios, las sanatas son discursos que parecen
prolijamente fragmentados pero son obviedades desprolijamente armadas con
faltas de consideraciones y respetos para con los interlocutores.
Ejemplo, este gobierno destruyó
el prestigio del INDEC cuando cualquiera que anduviera cerca sabe muy bien que
este prestigio no existió nunca.
Deslicé el término distraídamente
el domingo pasado, para probar. Recibí un par de protestas previsibles que
objetaban el anglicismo, y otras que no parecían entenderlo del todo. En este
momento, está Horacio González hablando por televisión. Dice que “el buquebus
anula el río”. Eso es bullshit. No son tonterías, ni sandeces. “Sanata” sería
una traducción posible, pero no alcanza. H. G. Frankfurt dedica un tercio de su
libro sobre el tema a justificar la elección del término, analizando en detalle
sus usos posibles. Más que su sentido coloquial, me interesa la acepción
precisa y filosófica de bullshit, definida por Frankfurt como algo
sustancialmente distinto de la mentira, algo que el orador enuncia para
establecer una impresión sobre sí mismo. Horacio González no quiere
convencernos de que el buquebus anula el río; lo que le importa es lo que los
demás piensen de él. Su afirmación no se basa en una convicción acerca de algo
que es cierto, ni tampoco –como sí sucede en la mentira– en una convicción,
aunque sea aparente, acerca de algo que es falso. El bullshiter, sin embargo,
no siente la necesidad de alinearse ni con la verdad ni con la mentira. Los
hechos son irrelevantes para él, salvo en cuanto sean pertinentes para poder
decir lo que se le ocurre. No le importa si las cosas que dice describen a la
realidad correctamente o no. Simplemente las va eligiendo o inventando para
usarlas como él quiere. No tiene por qué limitarse a introducir una falsedad en
un punto específico de su discurso, ni está obligado a acomodarse a verdades
necesarias alrededor de ese punto. Está dispuesto, si hace falta, a falsificar
también el contexto.” Este viernes se cumple un año de la masacre ferroviaria
en Once. Entonces, el secretario de Transporte culpó a los pasajeros por
preferir el primer vagón y aclaró que si el accidente hubiera sucedido en un
día feriado los muertos habrían sido muchos menos. 100% bullshit, pero con
consecuencias más graves, proporcionales a lo que le tocó negar. Hace unos días
mataron de cuatro tiros por la espalda a Leonardo Andrada, un maquinista que
había sido llamado como testigo en la causa de Once. Después, mientras velaban
a Andrada, dos hombres forzaron la puerta de su casa y amenazaron a sus
familiares. Estas noticias no aparecieron en la portada de los diarios; hubo
que buscarlas con lupa para enterarse de que habían sucedido. Nixon renunció
por mucho menos. (Resumiendo a Guillermo Raffo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario