Fingimos que entendemos cuando no
entendemos demasiado o nada sin resolver que tal vez entenderíamos mejor lo que
tenemos lo que debemos entender fingiendo que no entendemos, formas al final
por las cuales expresamos desvergüenzas que no blanqueamos gracias a la
información genética que nos alerta nos prende la amarilla que los próximos
pasos en nuestras intolerancias, significarían retornar a los tiempos en los
que anduvimos descalzos en manada, cuando las resoluciones a las tensiones o
cooperaciones se resolvieron a los palos sin mediar palabras ni razones, mucho
antes de ir forjando las concepciones que nos perjudicaron y nos perjudican
como las acumulaciones patrimoniales que en sus potenciación privan a algunos
hermanos de sus alimentos más básicos, fingimos que entendemos las lógicas
desordenadas e irreductibles que nos sirven bajo las formas de normas
correctivas de religiones que se disuelven en los estados de aislamientos y
cuando quedamos reducidos a lo que somos un poco más de esa materia que además
el tiempo desgasta inexorablemente, fingimos que entendemos cuando no
entendemos y deberíamos entender aunque finjamos que no entendemos porque esas
posiciones o actitudes son las funcionales a pasar por idiotas cuando no
corresponde o por eficientes cuando tampoco corresponde porque les corresponde
a otros que para eso igual que cualquiera igual que nosotros se desviven por lo
mejor evitando lo peor no lo mejor o peor de nosotros como especie sino lo
mejor o peor de nosotros como célula.
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