Horas y horas de noticieros
sensacionalistas, de palabras insustanciales, de análisis mezquinos, de
equivocar los diagnósticos, muchas horas, por estos lados es toda una
especialidad dar grandes discursos sin decir sustancialmente nada, adornar los
discursos de palabras, difíciles poco usadas novedosas si se puede, orlarlas
con consignas supuestamente heroicas mitológicas mágicas de esas que los
interlocutores están queriendo escuchar en sus improvisadas formaciones, sobre
la patria sobre las libertades y las justicias, interpretadas subjetivamente
que no sirven en tanto para nada, por estos lados es toda una especialidad un
made in aldea decir sin decir nada hablar sin decir nada, armar relatos vacíos
y vaciados de contenidos porque tampoco los interlocutores quieran escuchar
peroratas diferentes, hablar por joras de los irrelevante para no hablar de lo
relevante, gastar tiempo en palabras que vuelan con los vientos, que se arman
con vistosas apariencias con cuidados de artesanos pero que después desaparecen
con los vientos y de acuerdo hacia donde corran esos vientos, decir sin decir
nada, horas enteras, días y campañas enteras, políticas o de comercializaciones
o las que fueran, allá vamos todos juntos en esa manía de no escucharnos de
mirarnos el ombligo mientras ponemos caras de interesados, opinar sin jugarse,
hablar de lo accesorio antes de hablar de los esencial, del accidente que de lo
regular, esos son los productos que nos venden y compramos mansamente nuestros
más conspicuos comunicadores, o al menos los que aparecen como nuestros más
conspicuos opinadores, esos de los noticiero amarrillos contando de sucesos
sobre los que no hay forma de hacer algo y menos revertirlos, hay quienes pagan
por estas disposiciones y hay quienes cobran.
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