La misma lógica de la trampa
boserupiana, la misma lógica de la trampa de las transmisiones genéticas de progresos
técnicos interrumpidos por ausencia de masa crítica de capital humano, la misma
lógica de las descendencias, la misma lógica de relacionar número de individuos
con desarrollo cultural o tecnológico que no pudo lograr nuestro antecesor
Neanderthal debido a limitaciones en sus tamaños demográficos para sostener
avances tecnológicos o culturales, parece ser la lógica que aplican nuestros
compatriotas, a pesar de los casi cincuenta mil años transcurridos y los diez
mil del homo sapiens que también tienen que contarse, compatriotas con
privilegios varios, adquiridos en el fragor de las distribuciones de los
recursos naturales al final de la campaña del desierto, las evoluciones
cíclicas de la participación del capital humano en el PBI atravesando transversal
todo el siglo veinte dependiendo de los lineamientos diagramados externamente,
y las preponderancias camaleonescas del capital monetario o del capital
fiduciario, gestionado en entramados institucionales armados al efectos,
capital que queda primariamente en las manos de esos mismos compatriotas que
durante mucho tiempo con la excepción de los últimos diez años administraron
las políticas públicas nacionales y locales, para mal de todos.
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