La misma lógica del arcipreste de
Hita por la que en los actos de creación de la tradición escrita se intercalan
fábulas con liviandades y apólogos de la gente notable de los que en la aldea
se supone son formadores de opinión, con alegorías varias a cuestiones
cotidianas porque las extraordinarias ni se detectan, con sentencias a
moralidades y moralinas vacías, con medulosos sermones, y cantigas de ciegos y
de escolares de tipo goliardesco de estudiantes vagabundos de vida licenciosa alegre
divertida, con composiciones líricas profanas, serranillas, muchas veces
paródicas, derivadas de las pastorelas, todo lo cual al lado de otras
invocaciones religiosas, como himnos y gozos a la Virgen o a Cristo, es la que
aplican nuestros deficientes comunicadores sociales, especialmente los de los
llamados medios hegemónicos que es para decir los que tienen la manija en estos
mercados que en todos los casos son oligopílicos con posiciones dominantes,
además de algunos otros personajes en escenarios donde las objetividades son
excepciones importantes y en cambio todo está bajo la sombra de las
subjetividades más tenebrosas, cuando en los claustros se enseña como principio
que la información tiene que ser más objetiva que subjetiva, en esos anuncios
que mañana será peor que ahora, y pasado mañana peor que ese mañana, que todo
se derrumbará y que de eso hay un único y exclusivo responsable, el gobierno,
como si fuera un gobierno con una pléyade de niños de pecho.
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