La misma lógica del cangrejo que
según la construcción freudiana consiste en tirar para abajo a quien está
queriendo subir dentro de la estructura social, en cuenta de hacer todo para
empujarlo en la misma dirección que se puja, para zafar en conjunto, para que el
otro alcance lo que uno está tratando de alcanzar, la misma lógica del cangrejo
de aceptar los avances pero para algunos avances que también significan
retrocesos, perder en el nivel individual y no ceder al menos para ganar en el
nivel social, de tal forma que los logros nunca lleguen a ser logros plenos, y
difundidos y generales, sino logros cumplimientos parciales de metas que no nos
hacen alcanzar nuestro paraísos propios, la misma lógica del desaliento
sustituto de su antónimo el aliento, es la que diseminamos en muchos de los
aspectos de nuestra vida cotidiana en la aldea, donde cualquiera restringe las
libertades de otros no pocos con una impunidad y una libertad que no es pasible
de sanciones algunas institucionales ni excepcionales, con lo cual se pone en
movimiento un mecanismo de retroalimentación o de efectos en cadena que al
menos en el corto plazo no tienen resolución, entre nosotros los ejemplos de
aplicación de esa lógica abundan en la figura del piquete que no se
circunscribe a una forma determinada de protesta legítima por reivindicaciones
también legítimas sino que va más allá a la conculcación de los derechos de los
demás, a esa vuelta de pisar para escalar por cuenta propia particular,
singularmente, en lugar de jalar para escalar entre todos, o al menos entre
unos cuantos, uno de nuestros rasgos más sobresalientes de nuestras estructuras
sociales residuales es como que morbosamente disfrutamos la mala suerte la
precariedad en las condiciones de inserción y de vida de los demás, cuando tendría
que ser lo contrario.
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