La lógica del determinismo débil
o la lógica del determinismo aleatorio con alguna raíz en Hobbes, Marx y más
recientemente en Marvin Harris, manifiesta particularmente en nuestra aldea
bajo la admonición y la explicación del “bueno así somos nosotros”, ha servido
para que vamos justificando estupideces intrascendentes como que en el fútbol
somos los mejores del mundo, hasta la tropelía meridianamente grave de haber
pasado los peores momentos de la historia propia, las oscuridades más notables
de nuestra triste historia, con otros breves sermones o sentencias como el
“algo habrá hecho”, el “por algo será” o el “mirar para otro lado”, que nos
permitieron hacernos bien los boludos durante y después de la última dictadura
consentida, además de por todos los que hasta ahora se dijeron como los
militares la iglesia los empresarios, por los que estuvimos entonces
especialmente los creciditos que pudimos evitarlo y portamos el un tamaño de un
sayo cada uno, transitando por el corazón de esa estructura social residual tan
particular y modificable que tenemos fraguada en esa porquería del crisol de
razas que nunca incluyó a los hermanos indígenas y fue el caldo de cultivo de
una burguesía despanzurrada, versión doméstica de la dialéctica marxista en la
que las franjas calificables bajo esas categorías de “lumpen”, fácilmente
susceptibles de seducciones consumistas (los residentes de la aldea que se
deslumbran con el dólar por ejemplo) andan por la vida financiadas por las clases
de privilegios, en un combo con la característica de gente sin conciencia
social y escasa conciencia moral.
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