La lógica de la objetividad que
es difícil de sintonizar por lo menos en forma calibrada o equilibrada en la
aldea que estamos, para una regular y estable configuración ontológica,
epistemológica y ética, para llegar alguna vez a ese nivel cultural que tienen
algunos pueblos el que habilita la integridad en la diversidad, el paso regular
de la equidad en el disenso, lejos de las diferenciaciones marcadas por los
enconos y los odios de clases, difusamente ejercitados particularmente en
nuestras llamadas clases medias, nos tendría que indicar hoy que hay más
imparcialidad y moderaciones en las llamadas prensas oficialistas que la que
habitualmente se encuentra en las llamadas prensas de la oposición y, que puestas
también en comparación, hay en consecuencia una gestión de la información más
abierta en la primera que en la segunda, aunque la segunda utilice las
disposiciones en las ventajas que brindan los alcances cuantitativos durante
las comercializaciones de los instrumentos de información para denostar lo que
no es, y lo que tampoco es un instrumento de concesión de impunidad para
distorsionar información con ánimos de modificaciones de ordenes establecidos
constitucionalmente, la masividad de la recepción de información no tiene
porqué ser determinante en los equilibrios de poder para los que hay mecanismos
y normativas expresas de convivencia objetiva mínimas, simples, directas, en lo
ontológico la objetividad es lo que es – no es posible la coincidencia del
hambre con la acumulación desmedida – lo que se reproduce en los epistemológico
aunque en la proyección global el alcance ético es absolutamente cuestionable a
nivel global.
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