La misma lógica de la necesaria
convergencia entre la razón formal y la razón instrumental en las proposiciones
de Adorno, para las armonizaciones necesarias entre el conocimiento histórico y
la sintonización de su interpretación con las objetividades pertinentes para aclarar
las transformaciones que mejoran, antes de las profundizaciones de las grietas
subjetivas en las adecuaciones de la convivencia de clases en sociedades con estructuras
sociales residuales como la nuestra, que en la tendencia mejoran el bienestar
social promedio, es la que parece desconocer ese filósofo que ha salido ahora a
negar las transformaciones conseguidas en la aldea en los últimos diez años,
claramente favorecedoras de la equidad y la ponderación equilibrada de
cooperaciones efectivas en escenarios de expectativas comunes y decisiones
también comunes, aunque la presunción que pueda tener la autoridad intelectual
que le habilita subjetividades con precios, el filósofo desconoce absolutamente
dos factores simultáneos a la inmovilidad doctrinaria y política que señala
para el estado actual en la aldea, que las masa críticas tienen hoy la
evolución propia del transcurso temporal – la gente de hoy no es la gente de
ayer – y segundo que las transformaciones en las comunicaciones y en la
circulación de la información han convertido definitivamente y para bien las
instrumentaciones del tratamiento personal determinante de las decisiones
individuales – le gente vive cada vez menos de los titulares y cada vez más de
interpretar la información que le llega on line -, toda opinión es respetable y
más si tiene un soporte de trayectoria intelectual, pero cuando está cargada de
subjetividades como la de volver a paraísos globales internacionales para que
nos vaya mejor, suenan como a partes de opiniones alquiladas que en el análisis
de Adorno se dejan de lado, o se llaman razones instrumentales.
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