La misma lógica del fin de la
historia popularizada hace como una década por Fukuyama, la misma lógica de la
proximidad de un final irreversible sin el reverso de un inicio más
transparente que una indefinición de una democracia liberal que es una forma
elegante de decir casi nada, porque, qué es una democracia liberal o en todo
caso cómo establecemos los enfoques distintos sobre lo que es una democracia
liberal, la misma lógica de una aproximación al tope sin alternativas de
aperturas proyectadas, es la que inspira a muchos de los informadores más que
informantes no nos hacen la del pajarito, taladrándonos el cerebro, en cada
instante en la aldea, crímenes, alteraciones del orden establecido, iracundias,
ausencias de cuestionamientos a aberraciones, como la última de interferir en
la circulación en el obelisco por parte de una unión de villeros que se
acordaron de su vida digna como la de cualquiera, está bien que estos protesten
no cagando la vida ajena, lo que está mal son las reacciones uniformes de estos
apocalípticos cronistas que ven un final en todo, la irresolución con su impasividad,
con su ausencia de una opinión controvertida que, como con otros, deja los
problemas, este problema, a medio resolver, algún día alguien lo tendrá que decir, sincerar los términos, por la aldea no hay déficit habitacional hay, desde hace rato y en todo caso, déficit moral, mucha gente con muchas propiedades adquiridas en forma fraudulenta mucha gente con ninguna propiedad y sin oportunidades para hacerse de un techo.
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