La misma lógica de la alienación
que procede de la actitud por imposición de dinero o de fortuna, la misma
lógica de la voluntad comercializada en un mercado cualquiera, la misma lógica
que sustenta aquello que por plata baila el mono, que habilita la parodia de la
denotación aún por encima de investiduras o de pautas mínimas de educación
informal, la misma lógica que Tomás de Aquino identifica como la posesión del
cuerpo del hombre por el demonio en la libertad es que anterior a su alienación
por el demonio posesor, que anula el libre albedrío del individuo, del
individuo que cobra un sueldo, del individuo que cobra un estipendio, que
algunos otros equiparan a actitudes caracterizadas por una pérdida del
sentimiento de la propia identidad, que no presupone necesariamente una
patología mental, la misma lógica diferente de la psicosis, en la cual el
individuo sustituye la realidad por un delirio, de la alienación por la
socarronería, cuando el individuo sustituye la realidad vivida por el discurso
de otro, y más en los escenarios de la comunicación como sostiene Alain
Touraine, que distingue la alienación económica de la alienación tecnocrática,
de la alienación burocrática y de la alienación política, de la alienación
subjetiva de la alienación objetiva, es la lógica característica de los
comunicadores sociales de esta puta aldea en las oportunidades donde tendrían
que jugarse la originalidad de sus informaciones y cuestiones parecidas, por
ejemplo la ausencia de muchos de los más conspicuos de ellos en el anuncio del
ministro sobre el índice de precios consumidor urbano para marzo que fue del
2,6%, con aumentos particulares en vestimenta y educación dos capítulos con
variaciones estacionales en los comienzos de año, los que estuvieron con
displicencias se cagan en la investidura y los que no estuvieron se cagan
también con sus ausencias como dejando constancia de una diferencia de
prestigios que no existe, murga de farulleros que comercian con la opinión
pública, con la voluntad de los giles.
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