miércoles, 16 de abril de 2014

Desmitificando; los sarcasmos.






La misma lógica de la alienación que procede de la actitud por imposición de dinero o de fortuna, la misma lógica de la voluntad comercializada en un mercado cualquiera, la misma lógica que sustenta aquello que por plata baila el mono, que habilita la parodia de la denotación aún por encima de investiduras o de pautas mínimas de educación informal, la misma lógica que Tomás de Aquino identifica como la posesión del cuerpo del hombre por el demonio en la libertad es que anterior a su alienación por el demonio posesor, que anula el libre albedrío del individuo, del individuo que cobra un sueldo, del individuo que cobra un estipendio, que algunos otros equiparan a actitudes caracterizadas por una pérdida del sentimiento de la propia identidad, que no presupone necesariamente una patología mental, la misma lógica diferente de la psicosis, en la cual el individuo sustituye la realidad por un delirio, de la alienación por la socarronería, cuando el individuo sustituye la realidad vivida por el discurso de otro, y más en los escenarios de la comunicación como sostiene Alain Touraine, que distingue la alienación económica de la alienación tecnocrática, de la alienación burocrática y de la alienación política, de la alienación subjetiva de la alienación objetiva, es la lógica característica de los comunicadores sociales de esta puta aldea en las oportunidades donde tendrían que jugarse la originalidad de sus informaciones y cuestiones parecidas, por ejemplo la ausencia de muchos de los más conspicuos de ellos en el anuncio del ministro sobre el índice de precios consumidor urbano para marzo que fue del 2,6%, con aumentos particulares en vestimenta y educación dos capítulos con variaciones estacionales en los comienzos de año, los que estuvieron con displicencias se cagan en la investidura y los que no estuvieron se cagan también con sus ausencias como dejando constancia de una diferencia de prestigios que no existe, murga de farulleros que comercian con la opinión pública, con la voluntad de los giles.

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