La misma lógica de los peques
según la cual los mejores corazones aparecen en los peores momentos, las
mejores actitudes en la peores condiciones, la misma lógica de mejorar en función
de los errores, de consensuar en los disensos, la misma lógica de llegar a los
mejores acuerdos en los momentos de los peores desacuerdos, es la lógica que
tal vez nos vendría bien recrear en la aldea ahora, en momentos de una polémica
abierta en torno de la justicia por mano propia, de una involución al
neandertal que probablemente tenía cuotas de violencia social en dosis
infinitamente menores a nosotros, cuando la marginalidad no permite que algunos
adecuen sus tolerancias a las manifestaciones inequitativas evidentes y
crecientes, cuando la opulencia de otros en el otro extremo no les permite
apreciar el milagro cotidiano que cientos de millones de personas en el planeta
tengan que avenirse a vivir un presente sin futuros, cuando los que creen que
tienen todas las razones comenzaron a ejecutar por su cuenta a quienes nunca
tienen las razones ni las razones.
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