lunes, 11 de marzo de 2013

En primera persona


Desesperaciones.
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, interpretaciones mecánicas.
He visto varias cosas en mi vida, tengo la edad en la que ya no causan asombros las rarezas extremas, desapareció la URSS derribaron el muro de Berlín las torres gemelas AMIA, etc.
Pero entran las desesperaciones cuando tomo la conciencia que las listas no se cierran.
Ahora aparecieron algunos de nuestros expertos opinólogos chismosos y plañideros nos quieren convencer que está todo bien de lo que está todo mal o que está todo mal de lo que está todo bien, es el colmo de los colmos colma la calma como diría el inmortal Carlitos del que gusto tiene la sal.
1 - Que los de la aldea son excelentemente buenos porque quieren conservar sus ahorros en dólares por el país y sus párvulos, y que los del gobierno son unos infelices caprichosos hijos de puta que los combaten.
Que los de la aldea le dan la razón al que está de jefe de gobierno en el tema del incremento de tarifas al transporte porque los del gobierno mienten, según encuestas la gente está desesperada para que le aumenten las tarifas y no va a votar más por este gobierno por ser tan pelotudo de impedir la suba de precios.
Es mucho para mí.
Pero propio de los que vivimos en esta aldea, donde los malos a la larga terminan siendo los buenos y los buenos terminan siendo los malos, milagros de los iluminados de clase media en estructura social residual, el crisol de razas destrozó nuestras coherencias genéticas, y en no pocos caso una importante cantidad de neuronas para interpretar las cosas más sencillas, cuando venimos con el chasis cruzados desde 1810 para acá.

En 29 de julio de 2007, el entonces secretario de la Gestión Pública Juan Manuel Abal Medina anunciaba junto al sciolista Alberto Pérez la decisión de formar una Agencia Metropolitana de Transporte para el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Dicho anuncio puede encontrarse en la página oficial de la Presidencia de la Nación: http://bit.ly/V8siFA. Este tipo de agencia habilitaría a integrar la tarifa, la administración y la infraestructura; los tres pilares operativos que permiten el mejor funcionamiento del transporte público en una unidad geográfica económica (el Gran Buenos Aires). En el momento de aquel anuncio, el Gobierno nacional estaba lejos de ceder el control sobre el transporte urbano e interurbano (subterráneos, colectivos o trenes). Era impensado que haría un traspaso del control sobre los modos de transporte a otras jurisdicciones (Ciudad y Provincia) ya que entregaría una cuota significativa de recursos y poder y, como consecuencia, dificultaría la coordinación para el armado de dicha agencia que permitiría aprovechar las economías de escala. Como suele ocurrir en Argentina, una mezcla de inoperancia, precariedad y politiquería miope hizo que a cinco años y medio de aquel anuncio, la Agencia Metropolitana de Transporte para el AMBA sea sólo una expresión de deseo. El Gobierno nacional avanzó con un retraso de tres años en la implementación de la tarjeta SUBE que permite la integración administrativa de todo el sistema. Pero con el asedio de las cuentas fiscales y la lógica kirchnerista del manejo del capital político traspasó los subtes y colectivos a sus jurisdicciones. Este nuevo escenario faculta a la Ciudad de Buenos Aires a determinar la tarifa del subte sin tener en cuenta todo el sistema metropolitano. En el transcurso, la Presidenta descubrió tres cosas: 1) que es difícil hundir fiscalmente a Macri con el traspaso del transporte ya que la demografía de la Ciudad y de los visitantes del área circundante le permite recolectar vía diversos impuestos/peajes fondos para el mantenimiento y la operación del subte; 2) que Macri incrementa la tarifa porque percibe que la tragedia de Once, los paros sindicales desmedidos y el deterioro abismal del ferrocarril hacen que los usuarios comiencen a balancear entre calidad del transporte y su costo tarifario. Visto de esta manera, el traspaso del costo político de un aumento de tarifas está en duda, ya que el usuario no sólo pide un precio acorde a sus posibilidades, sino también llegar a destino sano y salvo; 3) que los modos de transporte compiten entre sí. El aumento del boleto del subte genera la sobredemanda del colectivo y el tren cuyas tarifas quedan relativamente congeladas. Esto quiere decir que los costos sociales de la congestión subirán a la superficie. Los trabajadores del Conurbano (principal bastión del electorado K) que sufren la precariedad e incomodidad del sistema accediendo a la Ciudad en tren y/o colectivo van a tener que hacerle lugar a aquellos porteños que se quieran subir para evitar los costos del subte. Por el lado, preocupa que el alza de las tarifas del subte se comunique desde el punto del vista de la estructura de costos del servicio. La empresa estatal porteña Sbase, que ahora controla al concesionario de los subtes, debería hacer un estudio fino de la elasticidad de la demanda (el porcentaje de usuarios que disminuirá con un punto porcentual de aumento en el costo del pasaje) y no sólo de los costos ya que lo puede desfinanciar. En este marco la Presidenta toma su celular y comienza a tuitear exigiéndole un acuerdo tarifario a Randazzo con Macri. Las reuniones son un fiasco. A un año de la tragedia de Once ¿si abandonamos la política de la obstrucción y vamos por una Agencia Metropolitana de Transporte?

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