Si son ineficientes que se
pierdan en el universo del trash de los que no producen óptimamente y si son
eficiente que supervivan sin embromar a los consumidores, sería bueno ver
cuántos quedan, el gobierno los tiene que apretar abriendo importaciones,
cuando se trata de los empresarios que tienen ingresos bajo la forma de
beneficios o rentas o intereses que siempre fueron sustancialmente más elevados
que las demás remuneraciones a los demás factores o evolucionaron más
intensamente, se arman unos líos bárbaros de tensiones porque los señores ponen
el grito en el cielo, qué bueno sería ver alguna vez un país de solidarios
donde estos mismos personajes eleven con la misma intensidad sus gritos al
cielo cuando se trata de los trabajadores cuyos salarios son sistemáticamente
disminuido por decisiones que toman estos señores que además producen los
bienes y servicios que se consumen adentro y afuera de la economía, o cuando
piden devaluaciones a moco tendido porque han absorbido una distribución un
poquito más equitativa del ingreso, son peores que el gobierno que critican
para tener a quién echarle la culpa, hablan como si copiarle a los
norteamericanos fuera top y copiar a Venezuela como hacer un pacto con el
diablo, estos no son eclécticos (extractos de artículos si se les puede llamar
artículos a los mamarrachos que se publican) que dicen que Venezuela es un buen
ejemplo para anticipar lo que luego puede ocurrir en la Argentina. Las
restricciones y regulaciones en el mercado cambiario, la administración de
precios y la política comercial vinculada a la contención de la inflación,
sobresalen en este juego de comparaciones y similitudes. La restricción al
acceso de dólares que Cristina Kirchner decidió aplicar pocas horas después de
obtener la reelección, en octubre de 2011, fue la normativa que obligó a mirar
nuevamente a Venezuela. Allá, el cepo cambiario arrancó mucho antes, en 2003. En
Venezuela, el dólar tiene una cotización oficial de 6,3 bolívares. El
venezolano que no puede acceder a ese precio y acude al mercado oficial acepta
pagar 300% más: 23,50 bolívares. Allá se acude a la compra de bonos que luego
son liquidados en el exterior (Contado con liqui). Lo mismo ocurre acá. Pero la
brecha por ahora no es tan amplia. Contra los 5,12 del precio oficial se
llegaron a pagar esta semana hasta 8,75. La distancia entre uno y otro, casi
70% Un año antes de las elecciones presidenciales que ganó en octubre de 2012,
Chávez decidió un congelamiento de precios para bajar la inflación, que se
acercaba al 30% anual. Chávez, pomposamente, lo llamó Ley de Costos y Precios Justos.
Metió en esa canasta 18 productos de primera necesidad. Entre ellos el agua
natural, el jugo de fruta, lavandina, jabón, detergentes líquidos, limpiadores,
champú, desodorantes, papel higiénico y los pañales descartables. A las pocas
semanas, Chávez complementa el congelamiento con la importación masiva de
alimentos, para bajar los precios. En un año, estas compras se comieron cerca
de 15.000 millones del superávit de la balanza comercial. Se decía que las
empresas importaban alimentos solo para acceder al dólar a precio oficial. Y
que hasta se llegaba a tirar a la basura al alimento importado porque no había
dónde colocarlo. Lo importante era acceder al dólar. Acá el congelamiento
arrancó el 1 de febrero, y ahora ya se habla de abrir las importaciones para
“castigar” a los que se aprovecharon de la protección para aumentar precios en
lugar de producir más. Lo dijo Cristina el jueves y se los reiteró a los
empresarios Guillermo Moreno, el viernes. Finalmente, Maduro (con Chávez en
coma) decidió una devaluación del 32%. Ahora habla de flexibilizar el acceso a
la compra de dólares. Dos pasos que acá todavía no se dieron. ¿Será solo una
cuestión de tiempo?
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