El orden
global.
Caracazos, manotazos quién está
exento de culpas, picaresco como fue cuidaba el equilibrio regional, más que
los ataques superficiales en los tiempos que vengan cuando se diriman los
ordenamientos las competencias el poder la autoridad con competencia universal
más allá de la fronteras de lo estados nacionales que para algunas cuestiones
se quedaron chicos, como mencionan los documentos de la iglesia, los que saldrán
a las superficies, más que esos los que interesan son los ataques vedados los
disimulados los que parecen prudencias y responsabilidades que se compran con
sus opuestos de imprudencias y de irresponsabilidades y de desprecios humanos,
que por los cuerpos normativos y leyes y jurisprudencias y judicializaciones se
muestran como las panaceas de las formalidades de ordenes cerrados
personalísimos donde nadie cede privilegios y menos a favor de los marginados
de las estructuras sociales marginales, que son considerados en vez de
marginales lacras responsables de sus propias situaciones, cuando cualquiera
con dos dedos de frente se da cuenta que se trata de situaciones provocadas por
los dispendios y las apropiaciones espurias de los señores que lo parecen porque
están vestidos de eso con camisas impecables y limpios y perfumados pero que en
realidad son unos reverendos venerables hijos de la gran puta madre que los
parió convencidos que las prebendas que heredaron son legítimas y que además tienen
religiones que les confirman y curas que les abren las puertas de sus iglesias
en vez de excomulgarlos. La historia, la verdadera, la concreta y cotidiana que
esperaba a Hugo Chávez caerá inevitablemente, en breve, sobre Nicolás Maduro. A
Venezuela le sucede mucho más que la enorme pérdida de su líder aunque este
acontecimiento borronee hoy el resto del panorama. Cuando el vicepresidente
alcance sin dudas el máximo sillón, cuestión que sucederá probablemente en unas
pocas semanas, esa realidad de costos se corporizará sin los atenuantes que la
coyuntura brinda en estas horas. Los desafíos principales se resumen en el
plano cada vez más inclinado en que se desliza la economía venezolana. Es un
problema que se ha venido enredando por una enorme emisión requerida para financiar
un gasto estatal multiplicado por la carga de más de un millar de empresas que
nacionalizó el régimen. Ese fenómeno disparó una inflación que se proyecta por
encima del 30% anual y una anarquía cambiaria que muestra un dólar negro que
vale más de tres veces que el inexistente oficial. La ubre de la estatal PDVSA
que sostiene todo ese armado, ha perdido energía debido a la ausencia de
reinversiones y se ha endeudado como nunca antes. El progresivo agravamiento de
ese escenario está en la base del cepo que rige sobre las divisas, los
controles de precios que se extienden sin efectividad, el desabastecimiento y
el trasfondo de un mercado negro cuyos responsables reptan hasta los vértices
del poder. No es un dato casual que en la conferencia previa al anuncio de la
muerte del líder bolivariano, Maduro, con realismo, haya mencionado entre las
primeras palabras, dos veces economía. Más que en la política, es ahí donde
radican los enigmas del futuro del régimen chavista y, esencialmente, la clave
de su sobrevivencia.
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