viernes, 8 de marzo de 2013

En primera persona.


El orden global.
Caracazos, manotazos quién está exento de culpas, picaresco como fue cuidaba el equilibrio regional, más que los ataques superficiales en los tiempos que vengan cuando se diriman los ordenamientos las competencias el poder la autoridad con competencia universal más allá de la fronteras de lo estados nacionales que para algunas cuestiones se quedaron chicos, como mencionan los documentos de la iglesia, los que saldrán a las superficies, más que esos los que interesan son los ataques vedados los disimulados los que parecen prudencias y responsabilidades que se compran con sus opuestos de imprudencias y de irresponsabilidades y de desprecios humanos, que por los cuerpos normativos y leyes y jurisprudencias y judicializaciones se muestran como las panaceas de las formalidades de ordenes cerrados personalísimos donde nadie cede privilegios y menos a favor de los marginados de las estructuras sociales marginales, que son considerados en vez de marginales lacras responsables de sus propias situaciones, cuando cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta que se trata de situaciones provocadas por los dispendios y las apropiaciones espurias de los señores que lo parecen porque están vestidos de eso con camisas impecables y limpios y perfumados pero que en realidad son unos reverendos venerables hijos de la gran puta madre que los parió convencidos que las prebendas que heredaron son legítimas y que además tienen religiones que les confirman y curas que les abren las puertas de sus iglesias en vez de excomulgarlos. La historia, la verdadera, la concreta y cotidiana que esperaba a Hugo Chávez caerá inevitablemente, en breve, sobre Nicolás Maduro. A Venezuela le sucede mucho más que la enorme pérdida de su líder aunque este acontecimiento borronee hoy el resto del panorama. Cuando el vicepresidente alcance sin dudas el máximo sillón, cuestión que sucederá probablemente en unas pocas semanas, esa realidad de costos se corporizará sin los atenuantes que la coyuntura brinda en estas horas. Los desafíos principales se resumen en el plano cada vez más inclinado en que se desliza la economía venezolana. Es un problema que se ha venido enredando por una enorme emisión requerida para financiar un gasto estatal multiplicado por la carga de más de un millar de empresas que nacionalizó el régimen. Ese fenómeno disparó una inflación que se proyecta por encima del 30% anual y una anarquía cambiaria que muestra un dólar negro que vale más de tres veces que el inexistente oficial. La ubre de la estatal PDVSA que sostiene todo ese armado, ha perdido energía debido a la ausencia de reinversiones y se ha endeudado como nunca antes. El progresivo agravamiento de ese escenario está en la base del cepo que rige sobre las divisas, los controles de precios que se extienden sin efectividad, el desabastecimiento y el trasfondo de un mercado negro cuyos responsables reptan hasta los vértices del poder. No es un dato casual que en la conferencia previa al anuncio de la muerte del líder bolivariano, Maduro, con realismo, haya mencionado entre las primeras palabras, dos veces economía. Más que en la política, es ahí donde radican los enigmas del futuro del régimen chavista y, esencialmente, la clave de su sobrevivencia.

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