Fornicationum
et oeconomicorum
Fornicación y economía, fornicando
y con la economía dando, economía de la prostitución, economía de la ética
comprimida, o como quieran denominarse estas aberraciones en la globalización
actual, e que es el oficio más viejo del mundo es hasta una redundancia
histórica porque como en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, este
latiguillo suena por estos tiempos como la forma caprichosa en la que quienes
podrían hacer algo por este tipo de cuestiones la utilizan o utilizan la
semántica para ocultar las deficiencias de un sistema que se precia de altos
niveles de ingresos que se corresponden con bajos y escasísimos niveles éticos
o de moralidades, la falla de marcado de la desocupación primero para las
franjas de la población de edades menores y en particular para las mujeres hace
de este el oficio más viejo del mundo la salida laboral de miles de mujeres que
no tienen otras alternativas en la instancia de la satisfacción de necesidades
muy elementales, un oficio en que el precio se diferencia bastante del costo
medio y del costos marginal ya que además de los potenciales riesgo físicos
significa potenciales riesgos psicológicos y éticos, en la globalización por
ahora no hay en el horizonte paliativos para esta lacra de los residuos de un
sistema que ya fue, (Crónicas) Por los subterráneos de la próspera Europa
circulan decenas de miles de personas que son tratadas como esclavas. Bruselas
ha identificado por primera vez a 23.632 víctimas de trata en los 27 países
comunitarios entre los años 2008 y 2010, con un crecimiento del 18% en ese
periodo. El dato resulta aun más escalofriante si se tiene en cuenta que el 61%
eran europeos de pleno derecho, la mayoría mujeres explotadas sexualmente.
España es el segundo país con más casos registrados en 2010, año en el que los
datos son más fiables. “La triste realidad es que el tráfico de seres humanos
está a nuestro alrededor, más cerca de lo que pensamos”, alerta la comisaria
europea de Interior, Cecilia Malmström, en un dossier que se hará público el
lunes y al que ha tenido acceso este periódico. La Comisión Europea presentará
ese día los resultados del primer informe sobre trata elaborado por Eurostat,
la agencia estadística de la Unión Europea. Ese estudio —este sí disponible
desde el jueves— recopila datos reales de la policía, de autoridades laborales,
de inmigración y de fronteras, así como de diferentes ONG. La Comisión
considera preocupantes los resultados y reprocha a los países no haber aplicado
aún las normas comunitarias para combatir ese delito (solo seis de los 27 lo
han hecho; España no está entre ellos). Lo alarmante de las cifras deriva más
de lo que ocultan que de lo que muestran. Porque la propia UE considera esas
casi 24.000 personas como “la punta del iceberg” y para demostrarlo cita un
informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que eleva a 880.000
las personas víctimas de cualquier tipo de trabajo forzoso (incluido el sexual)
en Europa. Aunque la metodología utilizada es distinta y el periodo analizado
mayor (entre 2002 y 2011 en el caso de la OIT), las cifras revelan que buena
parte de los casos escapan a la luz pública. Las mujeres constituyen la
abrumadora mayoría de las víctimas de estos delitos (68%). El motivo principal
es que el 61% de los casos detectados reflejan explotación sexual, que afecta
particularmente a la mujer. Si a ese porcentaje se le añade el 12% constituido
por niñas, la incidencia de esos delitos en el género femenino sube a ocho de
cada 10 casos. El departamento de Malmström atribuye el problema a la pobreza,
la falta de cultura democrática y a la desigualdad de género, pero añade un
motivo inquietante: “Una floreciente industria del sexo y la consiguiente
demanda de servicios sexuales”.
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