domingo, 14 de abril de 2013

En primera persona.


Fornicationum et oeconomicorum
Fornicación y economía, fornicando y con la economía dando, economía de la prostitución, economía de la ética comprimida, o como quieran denominarse estas aberraciones en la globalización actual, e que es el oficio más viejo del mundo es hasta una redundancia histórica porque como en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, este latiguillo suena por estos tiempos como la forma caprichosa en la que quienes podrían hacer algo por este tipo de cuestiones la utilizan o utilizan la semántica para ocultar las deficiencias de un sistema que se precia de altos niveles de ingresos que se corresponden con bajos y escasísimos niveles éticos o de moralidades, la falla de marcado de la desocupación primero para las franjas de la población de edades menores y en particular para las mujeres hace de este el oficio más viejo del mundo la salida laboral de miles de mujeres que no tienen otras alternativas en la instancia de la satisfacción de necesidades muy elementales, un oficio en que el precio se diferencia bastante del costo medio y del costos marginal ya que además de los potenciales riesgo físicos significa potenciales riesgos psicológicos y éticos, en la globalización por ahora no hay en el horizonte paliativos para esta lacra de los residuos de un sistema que ya fue, (Crónicas) Por los subterráneos de la próspera Europa circulan decenas de miles de personas que son tratadas como esclavas. Bruselas ha identificado por primera vez a 23.632 víctimas de trata en los 27 países comunitarios entre los años 2008 y 2010, con un crecimiento del 18% en ese periodo. El dato resulta aun más escalofriante si se tiene en cuenta que el 61% eran europeos de pleno derecho, la mayoría mujeres explotadas sexualmente. España es el segundo país con más casos registrados en 2010, año en el que los datos son más fiables. “La triste realidad es que el tráfico de seres humanos está a nuestro alrededor, más cerca de lo que pensamos”, alerta la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, en un dossier que se hará público el lunes y al que ha tenido acceso este periódico. La Comisión Europea presentará ese día los resultados del primer informe sobre trata elaborado por Eurostat, la agencia estadística de la Unión Europea. Ese estudio —este sí disponible desde el jueves— recopila datos reales de la policía, de autoridades laborales, de inmigración y de fronteras, así como de diferentes ONG. La Comisión considera preocupantes los resultados y reprocha a los países no haber aplicado aún las normas comunitarias para combatir ese delito (solo seis de los 27 lo han hecho; España no está entre ellos). Lo alarmante de las cifras deriva más de lo que ocultan que de lo que muestran. Porque la propia UE considera esas casi 24.000 personas como “la punta del iceberg” y para demostrarlo cita un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que eleva a 880.000 las personas víctimas de cualquier tipo de trabajo forzoso (incluido el sexual) en Europa. Aunque la metodología utilizada es distinta y el periodo analizado mayor (entre 2002 y 2011 en el caso de la OIT), las cifras revelan que buena parte de los casos escapan a la luz pública. Las mujeres constituyen la abrumadora mayoría de las víctimas de estos delitos (68%). El motivo principal es que el 61% de los casos detectados reflejan explotación sexual, que afecta particularmente a la mujer. Si a ese porcentaje se le añade el 12% constituido por niñas, la incidencia de esos delitos en el género femenino sube a ocho de cada 10 casos. El departamento de Malmström atribuye el problema a la pobreza, la falta de cultura democrática y a la desigualdad de género, pero añade un motivo inquietante: “Una floreciente industria del sexo y la consiguiente demanda de servicios sexuales”.

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