miércoles, 17 de abril de 2013

En primera persona.


Qui aedificant ego donec fundata.
Que se fundan mientras no me funda, igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches los señores atildados periodistas del apocalipsis, esos a los que les encantan las malas noticias mientras los efectos de esas noticias no los toquen allá van diciendo que hacen periodismo cuando lo único que hacen catarsis que es ser como mercenarios al servicio de los señores que les pagan que en nosotros, los que estamos al frente, ven en nosotros solamente consumidores o deudores nunca seres humanos, ellos van descubriéndonos para nosotros que somos unos otarios los pelos que hay en las leches las terceras patas de los gatos la vista gorda, con aplaudidores contratados, terminan con los anuncios de apocalipsis que vienen y empiezan con otros y así sucesivamente, menos mal que Pantaleón y francisco y otros santos se ve que están de nuestros lado y sus presagios quedan como presagios para meter neurosis en masa una y otra vez para recordarnos que somos no más que prisioneros de sus consideraciones y de las consideraciones de los consideradores que ellos consideran que no nos están considerando, ahora ese judas que se pasa de una vereda a otra es gordinflón conocido con informes insustanciales ha inducido el debate nacional, cómo será nuestro nivel de preparación que un chanta dispara la polémica nacional, de uno de esos que como este como aquel como nosotros mismos andamos con el eslogan que se funda aquel mientras no me funda, pura solidaridad, igual a la que detentamos en los setenta igual que la que detentamos en el ochenta y dos igual que la última solidaridad que desplegamos en la plata, esa solidaridad de repartir colchones y alimentos no perecederos. (Resumen de crónicas) Ha sido, el último, un domingo fatal para Cristina Fernández. Dos pésimas novedades le estallaron de repente: la denuncia periodística sobre un sistema de corrupción kirchnerista que habría permitido, al menos durante el 2011, fugar del país entre 50 y 60 millones de euros hacia cuentas suizas y empresas radicadas en paraísos fiscales; también la mínima victoria electoral de Nicolás Maduro en Venezuela y las denuncias de irregularidades efectuadas por el candidato de la oposición, Henrique Capriles. Se trata de la principal relación estratégica del Gobierno, casi a la par de la de Brasil, atravesada también en su desarrollo por enormes conos de sombra. El Gobierno pareció quedar en estado de shock, perplejo, a raíz de la dimensión del impacto que encierran ambas noticias. Se advirtió en el silencio sepulcral de un oficialismo habitualmente provocador y parlanchín. Los tuits permanecieron cerrados o refirieron a cuestiones ajenas a esa realidad. La Presidenta permaneció en Olivos y se supo de muy pocos contactos suyos. Con Carlos Zannini, el secretario Legal, y con Máximo, con quien regresó desde Río Gallegos el domingo a la tarde. Con su hijo había estado el fin de semana para conocer su nueva casa, construída al lado de la tradicional residencia familiar. La obra corrió por cuenta de una empresa constructora que pertenece a Lázaro Baéz, el hombre que quedó en el ojo de la tormenta después de la denuncia periodística de Jorge Lanata. El kirchnerismo hizo de Santa Cruz una fortaleza en la cual refugiarse. La información sobre la fuga de dinero fue sólo difundida por un portal en Internet. El resto la ignoró y los diarios nacionales no llegaron a la capital provincial. Otra de las defensas importantes corrió por cuenta de la Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, promotora de la reforma judicial y solidaria con el grupo de jueces y fiscales que promueven una “justicia legítima”. Gils Carbó se abstuvo, al menos hasta anoche, de pedir la actuación de hecho de algún fiscal frente al grave tenor de las denuncias. Esos fiscales sufren la presión cotidiana de los “comisarios políticos” designados por aquella mujer. Una novedad surgió de mano de la diputada Elisa Carrió quien, con el video del programa Periodismo Para Todos, amplió ante el juez Julián Ercolini una denuncia que había realizado en 2008 por una supuesta asociación ilícita de funcionarios kirchneristas y empresarios ligados al Gobierno. Ercolini se excusó y la causa cayó en manos del juez federal Sebastián Casanello. Hubo otras cuatro denuncias, todas desde la vereda de la oposición política. El informe periodístico divulgado el domingo por la noche reunió los peores ingredientes para cualquier Gobierno. No sólo testimonios sobre una corrupción olfateada públicamente desde hace rato y, de modo sistemático, simulada por el cristinismo con la máscara del relato. También la trama entre política y farándula, que ayudó a multiplicar y potenciar su difusión. Leonardo Fariña es el marido de la modelo Karina Jelinek; Fabián Rossi es, a su vez, el esposo de la vedette Iliana Calabró, hija del célebre cómico Juan Carlos.

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