Duces quoque
ideas cum.
Lideres hay cuando hay ideas,
igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, que se la pasaron
aclarando durante las horas que correspondieron a la movida, no aclares porque
oscurece reza un viejo adagio popular y para colocarle la inversa uno podría
decir no oscurezcas porque aclara, si todos los que hacen las repetidas
manifestaciones que se hacen por estos lados del sub desarrollo se las pasan
aclarando que no es por golpistas que lo hacen y asombrosamente se olvidan que
la forma más efectiva de protestar es por el voto con el ejercicio de ese
derecho simple y complejo a la vez, si los tipos aclaran una y otra que no
están protestando contra la democracia y las instituciones y las personas
mientas están en un contexto democrático es para pensar que de tanto aclarar
hay algo oscuro en sus intenciones y no tan oscuro porque así como es fácil
darse cuenta que más de la mitad d lo que hacen las manifestaciones las hacen
porque les patearon algún quiosco más una buena cantidad de parientes y
obsecuentes el total de los protestadotes queda bastante reducido, lideres hay
cuando hay ideas y por acá hay muchos que se dicen a sí mismos que lo son pero
no se les cae ni una puta idea. (Crónicas) Nada empezó ni nada terminó ayer.
Pero la dimensión extraordinaria de la protesta social que se extendió desde el
centro de Buenos Aires hacia los barrios, la periferia y los centros urbanos de
todo el país, establece un nuevo escenario y nuevos parámetros para los actores
de la política y el poder. El discurso y la acción del Gobierno podrán seguir
con su cerrazón, con su ignorancia y desprecio a todo lo que esté ajeno a ese
universo en proceso de contracción, voluntaria y a la vez inevitable. Las
palabras de los opositores podrán sonar alineadas con la bronca y el hartazgo
sin retorno de los millones que encontraron anoche alguna forma para expresar
sus razones para protestar. Pero a unos y a otros los sobrepasan y condicionan
las multitudes movilizadas desde la convocatoria original en las redes
sociales.Una porción muy grande de la sociedad
les acaba de decir a Cristina Kirchner y a su gobierno que no los quiere un día
más de lo que marca la Constitución al timón de los asuntos públicos. Esa
porción de ciudadanía bien puede ser aún superior al 46% de votantes que hace
un año y medio eligió entre desnutridas opciones contra la Presidenta. Quizás
sea mayoría: es una posibilidad que pronto llegará el tiempo de comprobar o
descartar. Pero lo seguro es que el encono de esos ciudadanos contra Cristina
aumentó exponencialmente desde entonces. Es todo mérito de la Presidenta y sus
centuriones, obsesionados y a la vez atrapados en esa lógica corrosiva de
amigo/enemigo que elimina matices, se priva de enriquecerse con la opinión de
otros, amputa discusiones, ataca a lo diferente, contamina el aire que se
respira y enferma a la democracia. Mientras centenares de miles de sus
gobernados protestaban anoche en las calles y plazas del país, la Presidenta,
en viaje a Perú, fatigaba su cuenta de Twitter con mensajes autorreferenciales.
Le gusta hablar de los más de 40 millones de argentinos, de todos y todas, pero
le resulta imposible ver al otro. Por cierto, la fabulosa movilización de
anoche, quizás mayor aún que la de noviembre pasado, interpela ya en términos
de ultimátum a la dirigencia opositora. Incluso a aquellos hombres del
peronismo que, estando hoy incluidos en el bando oficialista, aspiran a
encabezar una etapa distinta desde 2015 en adelante. Millones de argentinos
reclaman ser representados por quienes sean capaces de construir una esperanza
y un nuevo liderazgo. Si eso no ocurre, el sueño de perpetuación de Cristina y
su modelo todavía puede ser posible. A la oposición puede gustarle poco o
mucho, pero es un hecho comprobable que sus dirigentes no estuvieron, no están
todavía, no se sabe si estarán, a la altura de lo que esas franjas tan
dinámicas de la sociedad esperan de ellos. Hasta hoy, la determinación feroz de
la Presidenta y sus seguidores por mantenerse en el poder, cerrándose más y más
sobre su relato sesgado, encontró un complemento perfecto en la mezquindad y la
falta de un proyecto distinto, confiable y superador, que es la gran carencia
de la oposición. Las multitudes de anoche parecen haberle dicho basta a esa
forma perversa de complementación entre las ambiciones de unos y la cortedad de
otros, que sólo hace que nada cambie. Los acontecimientos recientes
confluyeron, de hecho, en la definición de un escenario ideal para esta
protesta, tan potente y a la vez anónima porque su rostro es el de la multitud
ciudadana. Si hace un año atrás la tragedia ferroviaria de Once demostraba que
la corrupción mata, ahora las decenas de muertes por la inundación en La Plata,
y también las víctimas en Capital y el GBA, muestran que la ineficiencia, el
discurso vacío y las obras que no se hacen porque el dinero se desvía a otros
fines, también matan. Como mata la inseguridad que golpea a través de toda la
escala social y que todos los días agrega nuevos nombres a una lista trágica.
Si por fortuna o causalidad no mata, igual la inseguridad nos hace vivir -como
ya dijera una de sus víctimas- con la sensación de que todos estamos en lista
de espera. Y como ya no alcanza con dibujar la inflación se congelan los
precios, pero todo sigue subiendo. Cae la inversión, se frena la economía, el
empleo se degrada y se achica, no cede la economía en negro y se hace difícil
sostener el consumo. Y después de una década de un Estado rico y prepotente,
una cuarta parte de los argentinos depende de la asistencia social para
compensar un ingreso que no alcanza a evitar la pobreza. Al mismo tiempo, ni la
energía ni el transporte salen de sus estados de crisis. Las mejoras, cuando
las hay, son homeopáticas. La constante es el contratiempo para los usuarios,
la carencia y, eso sí, la propaganda abundante que enmascara la realidad pero
nunca la cambia. La reforma judicial, última criatura salida del laboratorio
cristinista, se encamina a ser aprobada en el Congreso por la mayoría
parlamentaria del Gobierno. El propósito de “democratizar la Justicia” no
resiste un análisis medianamente serio: lo que se busca es acrecentar la
injerencia del Gobierno, aumentar el control político sobre los tribunales y
someter a los jueces y fiscales que aún estén dispuestos a mantener su
independencia. Después de la decisión judicial que le puso límite
constitucional a la ley de medios, el funcionario Martín Sabbatella,
comisionado para controlar a la prensa independiente y favorecer a los amigos
del Gobierno, lo dijo ayer de modo brutal: “El fallo de la Cámara sobre la ley
de medios demuestra que es necesario reformar la Justicia”. La llamada
democratización como herramienta para asegurarse fallos complacientes.O sea,
decir una cosa, ocultar su verdadero carácter, y decir otra cosa si es
conveniente. Puro relato. El eterno Groucho Marx, autor de la frase “estos son
mis principios, pero si no le gustan tengo otros”, no lo hubiera hecho mejor. Por
último, el escándalo de presunto lavado de dinero, asociación ilícita y
encubrimiento que tiene como protagonista central a Lázaro Báez, el empresario
más cercano a los Kirchner, completó el recorrido hacia la gigantesca protesta.
Este próspero empresario es el mismo que admitió ante la AFIP -según reveló el
diario La Nación- que para capitalizar una de sus empresas había recibido
dinero en bolsas enviadas desde el Uruguay.
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