jueves, 18 de abril de 2013

En primera persona.


Benedictionibus et deliria.
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, bendiciones y alucinaciones, éramos poco y parió la abuela en todas estas cuestiones de las tensiones sociales que se habilitan cada vez que los del gobierno la quieren emprender para algún lado en realidad para cualquier lado, porque haga lo que haga, lo que sale claro de todo el cúmulos de opiniones protestas es que hay un cansancio “con” el gobierno, apareció la institución que no debería aparecer en estos contextos a marca posiciones, y con la institución aparecieron los curas hablando de cuestiones que no son de sus esencia, para esas tensiones sociales que son algunas naturales de la fricción social en estructura social residual pero que otras son tensiones artificiales o la consecuencia de perversos mecanismos de retroalimentación donde los responsables somos directamente todos los que estamos dentro del sistema con la excepción de los niños y los incapaces especialmente, aún con la pila de años que llevamos de democracia se ve que estas partes de las lecciones de bancar al que es botado de respetar la investidura del que elegimos de usar el protocolo para el trato, no los aprendemos es más fuerte que nosotros putear antes que bendecir en todo caso ya que estamos en la instancia religiosa. (Crónica) En una severa reacción ante los controvertidos proyectos del Gobierno para reformar el Poder Judicial, que el oficialismo procura contra viento y marea que el Congreso apruebe en un trámite exprés, la Iglesia advirtió ayer acerca de los peligros que conllevaría un apresuramiento de su sanción para la salud de la República. “Entendemos que un tratamiento apresurado de reformas tan significativas corre el riesgo de debilitar la democracia republicana consagrada en la Constitución, precisamente en una de sus dimensiones esenciales como es la autonomía de sus tres poderes”, consideró el documento dado a conocer en el día de ayer. En una declaración, de solo dos párrafos, titulado “Justicia, democracia y Constitución nacional”, elaborado por el casi centenar de obispos de todo el país que sesionan esta semana en Pilar, bajo la presidencia de su titular, monseñor José María Arancedo, se señala: “Los proyectos de ley que se encuentran en el Poder Legislativo en orden a regular el ejercicio de la Justicia presentan aspectos que merecen un profundo discernimiento por la importancia de la materia que tratan. Por ello se requiere de amplias consultas, debates y consensos previos en consonancia con la magnitud de los cambios propuestos”. El pronunciamiento constituye el primer cuestionamiento del Episcopado a una iniciativa de la Casa Rosada en la era kirchnerista que no tiene que ver con cuestiones de moral cristiana, como el matrimonio gay. Y amenaza con volver a tensar la siempre delicada relación de la Iglesia con el Gobierno, que pareció mejorar tras la elección de Jorge Bergoglio como Papa, que dio paso a un cordial encuentro de Cristina Kirchner con Francisco y, posteriormente, a dos fluidas reuniones de la presidenta con Arancedo, la primera en Roma y otra, la semana pasada, en la Casa Rosada. Los proyectos -que Cristina defendió con fuerza cuando los presentó, la semana pasada- incluyen, entre las iniciativas más resistidas, cambios en el Consejo de la Magistratura (que se ocupa de designar y remover jueces) que, a juicio de la oposición y de la mayoría de las organizaciones de magistrados y de las asociaciones de abogados, amenaza seriamente la independencia de la Justicia. Incluso, sectores del kirchnerismo como el Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), que preside Horacio Verbitsky, cuestionaron algunos aspectos como la limitación de las medidas cautelares. Además, el oficialismo se abocó a un trámite exprés de los proyectos, inicialmente bajo la premisa de que no se les cambie “ni una coma” (ayer los tres que no son resistidos recibieron dictamen de comisión en diputados y hoy será el turno del Senado en relación a los tres más controvertidos).

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