Sursum
deorsum insufficiencies insufficientiam.
Arriba y debajo de la
insuficiencia más insuficiencia, igual que en la vidriera irrespetuosa de los
cambalaches que ellos sigan haciendo lo que crean que es conveniente mientras a
los desequilibrios que tengan – los de arrastres más los desequilibrios
generados por errores de apreciación – se terminen resolviendo en sus propios
contextos en el contextos donde aparecen deberán realizarse para luego
desaparecer antes que trascendiendo las fronteras transnacionales con el
patrocinio de los conocidos e insistentes patrocinadores copiones de por acá no
se produzcan los derrames de las financiaciones de contra ciclos, que en otros
escenarios sucedan debates sofisticados que parecen de primer nivel está todo
bien lo que no está todo bien es que los efectos de esas aproximaciones haga
playa en nuestras playas y terminemos como en la época de cavallo cambiando
burócratas viejos por burócratas jóvenes burócratas tecnócratas por burócratas
de secundario; (CRONICA) Cuando la deuda de un país supera el 90% del PIB, el
crecimiento de la economía es inviable. El aserto, nacido de dos cerebros de
Harvard y sobre el que se asientan las políticas de austeridad que están a
punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar en medio mundo, ha
resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que sirvieron para
justificar la invasión de Irak. “Es exagerado hacer la comparación, pero acepto
la analogía porque es cierto que se están adoptando políticas a partir de
premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon, el estudiante de 28
años que, en su camino para sacarse un doctorado en Economía en la Universidad
de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira macroeconómica más significativa
de los últimos años, y sobre la que EE UU y Europa se han apoyado en su campaña
por la austeridad fiscal y el recorte drástico del gasto. Herndon cuenta que se
frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los
del hipercitado informe de los profesores de la prestigiosa Universidad de
Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho,
al principio pensó que el equivocado era él. No podía ser que dos reputadas
eminencias hubieran podido pasar por alto cosas así. El estudio que está en el
centro de la controversia global lo publicaron Reinhart y Rogoff en la American
Economic Review en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando
la deuda pública de un país supera el 90% del PIB. Reinhart, nacida en La
Habana (Cuba) hace 57 años, fue economista jefa durante tres años del difunto
Bear Stearns, la primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980,
antes de ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde
llegó a ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a
Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado
encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica que el premio Nobel
hizo de esa institución en su libro El malestar en la globalización (2002). Su
novia, una socióloga acostumbrada a cruzar números, fue la primera en apoyarle.
No fueron pocos los políticos que echaron mano del trabajo para defender que se
pase la podadora al gasto para volver a la senda de un crecimiento sano y
robusto. Entre ellos, Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia
de EE UU. También el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el
expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó
la metodología del trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon. “Estaba
convencido desde el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y
cuando me llegaron los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que
utilizaron, a petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata
Herndon. El joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre
de Hong Kong, al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia,
Kyla Walters. Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de
investigación está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés
equivocando”, le respondió. El siguiente paso fue acudir a Michael Ash y Robert
Pollin, dos de sus profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un
primer momento se mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar
Herndon, ni tampoco Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas
que les han llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que
el alto endeudamiento frena el crecimiento. Pero hasta ahora ni un solo
dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su teoría.
Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar la
diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de
John Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error puesto en
evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de Finanzas del
G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una referencia al nivel
de endeudamiento. Los profesores de Harvard ahora cuestionados le facilitaron
en enero todo el material que necesitaba para descifrar el estudio y le dieron
libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el error muy rápido”, dice Herndon.
A comienzos de abril, Reinhart y Rogoff admitieron que habían cometido algunos
fallos a la hora de codificar las cifras. Pero siguen defendiendo su metodología
e insisten en que existe una clara correlación entre alto endeudamiento y lento
crecimiento. “Este lamentable desliz no afecta al mensaje central”, dicen en
una nota. “La austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.
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