Crassis
erroribus.
Desde Wathergate para acá no hay
periodistas que directamente sean carmelitas descalzas, como ese en ese oficio
hay muchos puntos de inflexión donde se compra y se vende información como
sahumerios en San Telmo o ponchos de alpaca en la Quiaca, así que no es para
andar exagerando que como si fuera un laboratorio o un frasco de formol que
tiene líquidos conservantes, algunos de los casos testigos de coberturas que se
estandarizan, equivocaciones gruesas son esas igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches, los entusiasmos por la transparencia de algunas personas
periodistas más que en otros casos o por las transparencias no de la persona
sino de sus acciones, puede convertirse en ocasiones una estupidización de
quienes tenemos que seguir los temas, necesariamente, confiados de las
capacidades de análisis lo más objetivos posibles de otros que por
contraposición son los comunicadores sociales, los periodistas los cronistas o
como se los quiera llamar, equivocaciones gruesas podemos cometer similares a
las que cometen ellos mismo confundiendo, como en este último caso, el del
escándalo nuevo del lavado de dinero de la farandulización de la política o el
de la politización del oficio para que los vivos que están en el medio terminen
obscenamente enriquecidos, no es el periodismo de investigación la granatía de
la objetividad en el tratamiento y en la exposición de un escándalo, para
investigar hace falta mucha plata, y obviamente el que tiene que ponerla, que
obviamente es el que hará que la investigación quede inclinada subjetivamente,
¿cuántas vueltas lleva este que ahora aparece como el adalid de los
transparentes? (Crónica) Como otros cinco millones de argentinos me senté el
domingo pasado a ver el programa de Lanata y, electrizado, no me pude levantar
hasta el final, cuando fui a agarrar el celular para enviarle un mail que tenía
como cuerpo sólo un título: “Sana envidia”. Y durante toda la semana mi cabeza
fue y vino, pero no sobre las desmentidas y sus derivaciones, sino que había
quedado fijada en el programa del domingo, en las reflexiones que me disparaba
sobre el pasado y el futuro del periodismo de investigación. Lo primero, su
costo: cómo financiarlo y quiénes podrían hacerlo. El programa de Lanata del
domingo pasado no tuvo cortes comerciales y, aunque fuera sólo por tratarse del
primero y el resto del año sea diferente, igualmente hay en esa ausencia de
avisos un aviso de algo: que los anunciantes no quieren publicitar donde haya
contenidos conflictivos. Y no es sólo de ahora con el kirchnerismo, también
pasaba en la época de Menem y pasa en países muy desarrollados donde las
empresas prefieren no quedar asociadas a temas políticos. El kirchnerismo lo
que hizo fue llevar esta aprensión al cuadro emocional del terror. Que el hacer
periodismo de investigación no sea económicamente sustentable para un medio de
comunicación no impide que el impacto del programa Periodismo para todos del
domingo pasado hiciera también presente la ausencia de Lanata en televisión
durante mucho tiempo. ¿Cómo alguien que consigue conmover a la opinión pública
como Lanata estuvo sin trabajo en la televisión durante tantos años? Además del
problema de que los anunciantes prefieran orientar su publicidad al
entretenimiento, el problema está también en que gran parte de la audiencia no
siempre está dispuesta a digerir el periodismo de investigación. Todos lo
disfrutan cuando la economía empeora y la popularidad del gobierno es
mayoritariamente negativa. Pero en los primeros años de cualquier gobierno
exitoso sólo un núcleo reducido de la audiencia sigue valorando el papel de
fiscal del poder que realiza el periodismo de investigación. En esos tiempos
iniciales de luna de miel sólo los medios gráficos, y no todos, cumplen ese
papel de perro guardián y críticos del oficialismo de turno, tolerados (lo que
no quiere decir no castigados) por su menor alcance. Pasó con Kirchner, pero
también con Menem. Lanata no padeció exilio televisivo los primeros años del
menemismo porque por entonces aún no se había dedicado a la televisión, pero
habría sufrido las mismas consecuencias entre 1990 y 1995. Aquellos primeros
años de Menem, sólo Página/12, cuando la dirigía Lanata, y la revista Noticias,
de Editorial Perfil, fueron los arietes ante el menemismo. En los primeros años
del kirchnerismo, nuevamente Lanata, esta vez desde PERFIL, además de los
artículos de este diario y siempre la revista Noticias, denunciaban en papel y
tinta lo que hoy se puede ver y escuchar por televisión. Lázaro Báez, el
testaferro de Kirchner, con una foto de ambos juntos, fue una tapa por aquellos
años. Si la televisión se hubiera hecho eco de aquellas denuncias hace muchos
años, ¿se habría evitado que los hechos siguieran sucediendo hasta hoy? Algo
podría haber cambiado, pero no hay que dejar de prestar atención a que la
sociedad no quería recibir esos mensajes porque, mientras un gobierno atraviesa
un ciclo de progreso económico, muy pocos quieren escuchar críticas sobre él.
La corrupción, como tantas cosas de la vida, no despierta siempre el mismo
interés. Si además de que a los anunciantes no les gusta mucho poner su
publicidad donde se hace periodismo de investigación, tampoco la audiencia
quiere prestarle atención, se entiende (aunque no se justifica) por qué en los primeros años
del kirchnerismo el periodismo de investigación estuvo ausente. ¿Volverá a
suceder lo mismo durante los primeros años del gobierno que sustituya al
kirch-nerismo? Dependerá de una mayor educación democrática de todos: medios,
anunciantes y audiencia, que la Argentina suba un escalón político como
sociedad. En gran medida, de la continuidad y la vitalidad del periodismo de
investigación depende la calidad de la democracia que iremos consiguiendo. Al
comienzo del kirchnerismo no había mucha conciencia de esta relación. La propia
Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), en sus tradicionales
premios patrocinados por los principales diarios de todo el país, galardonaba
17 géneros periodísticos, desde periodismo político, deportivo, pasando por
fotografía, infografía y digital, pero no existía ningún premio al periodismo
de investigación. A partir de la reaparición del diario PERFIL y su ingreso al
Consejo Ejecutivo de Adepa, esa asociación distingue también la investigación
periodística. Y, recientemente, Editorial Perfil firmó un convenio con la
Universidad del Salvador, la primera que dictó la carrera de periodismo, para
potenciar sus posgrados, que incluyen la única Maestría en Periodismo de Investigación.
Quizá el mayor aporte de Lanata no sean sólo sus valiosas investigaciones, sino
el ejemplo inspirador para futuras generaciones de periodistas que abracen este
género en mayor número. Pero la audiencia debe aprender que, si no le presta
atención a estos temas cuando los gobiernos le gustan, más tarde le disgustarán
más aún. Los anunciantes, que tienen una obligación republicana de apoyar con
su publicidad ese tipo de programas. Y los medios, que si desertan de esa
responsabilidad después podrían pagar costos aún mayores. Hay que apoyar a
quienes se arriesgan a hacer periodismo de investigación crítico de todos los
gobiernos porque el costo, no sólo económico –a veces expresado en juicios–,
sino emocional por campañas de difamaciones, y hasta físico, merece
reconocimiento de toda la sociedad.
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